Trastornos psíquicos de los venezolanos: Su origen, sus prejuicios
Por Antonio Pérez Vivas.
Nota del editor
En nuestra labor por el rescate del patrimonio histórico y literario nacional hemos buscado abarcar distintos medios digitales para fomentar el interés por la escena intelectual venezolana en la esfera hispanoamericana. Desde los artículos publicados semanalmente en el Boletín de Idearium Caribe hasta por la razón que nos atañe hoy: la edición y publicación de extensos audiolibros gratuitos de obras poco conocidas.
En la ocasión de hoy les traemos el audiolibro y la transcripción del primer capítulo de Hegemonía Andina y Pérez Jiménez, escrito por el Dr. Antonio Pérez Vivas, un civil tachirense que tuvo una notable trayectoria política durante la primera mitad del siglo XX, destacando su etapa como uno de los más importantes gobernadores del Estado Táchira durante los últimos años de la década militar. Primo del General Marcos Pérez Jiménez, Antonio tuvo la oportunidad de observar de manera cercana el funcionamiento de la estructura político-administrativa del Nuevo Ideal Nacional y de conocer a los más importantes hombres públicos de su época. Después del golpe de estado, en enero de 1958, se radica en Suiza donde se dedicaría al estudio de las ciencias económicas para que, tiempo después de volver a Venezuela, empezar a llenar las columnas de los periódicos nacionales con sus artículos sobre administración gubernamental, actividad bancaria, tecnificación industrial y muchos otros temas sobre finanzas.
Lejos de ser solamente una reseña sobre el gobierno de la década militar, Pérez Vivas en su multifacético libro indaga en los factores culturales, económicos, políticos y psicológicos que envolvieron el proceso de formación del pueblo venezolano —y más concretamente el tachirense— para discernir una comprensión de su carácter idiosincrático, que imprime una huella indeleble en todas las facetas y el funcionamiento de su sociedad.
Es de notar cómo el Dr. Pérez Vivas recoge los planteamientos sobre la raíz psicopática que han caracterizado a las revueltas de masas y los derrocamientos inicialmente expuestos por autores como Lisandro Alvarado, Pedro Manuel Arcaya, Diego Carbonell o Francisco Herrera Luque, a quien cita numerosas veces en su libro.
Con el mismo ahínco se trasladaba a los tiempos de la colonia para indagar en el origen del pueblo tachirense como analizaba la situación actual de su época para explicar y dar solución a los problemas en materia educativa, administrativa y financiera que agravan al país incluso a día de hoy, dando gran vigencia a sus análisis.
Es ante todo un libro que, leído libre de prejuicios ideológicos, nos ofrece una óptica histórico-política novedosa sobre el pasado, presente y devenir de Venezuela. Un trabajo notable en el vasto mar que es la escena intelectual nacional y ante todo un libro que esperamos que disfruten mucho.

Inconstancia y arritmia en la conducta
Para usar la expresión del Mariscal Sucre antes de Tarqui diremos que para el Libertador eran carta marcada sus compatriotas, los factores de disgregación que perturban el alma de la raza y la arritmia con que responden a los estímulos corrientes de la vida.
Oigámoslo: “No hay buena fe en América, ni entre los hombres, ni entre las naciones. Los tratados son papeles, las constituciones libros, las elecciones combates, la libertad anarquía y la vida un tormento”. “Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos”.1
Pues bien, vamos a citar otras frases que contribuyen a mostrar la psicología venezolana especialmente.
Del General Pablo Morillo, el cruel Pacificador: “Los venezolanos son los franceses de América, y con la misma veleidad e inconstancia que aquellos, pero con mucha menos ilustración; son susceptibles de todos sus defectos, e incapaces de ninguna de sus virtudes, dispuestos a alborotos y tumultos, de una variedad ilimitada en sus opiniones. […] Con esta gente encuentran abrigo las novedades que pueden alterar el orden y las conmociones con cualquier pretexto, serán eternas”.2
De Ducoudray-Holstein, un aventurero de la misma época: “El venezolano es mucho más vivo, más petulante que el hombre de la Nueva Granada; también es mucho más ilustrado; pero es más corrupto, más falso, más celoso, más vengativo que el granadino”.3
Finalmente oigamos a López de Mesa, ilustre granadino de nuestro siglo: “Venezuela —asienta— inteligente, heroica y muy nacionalista”.4
¿Se contradicen estos conceptos?
Posiblemente se complementan. Reflejan la mezcla de razas, la confusión de genes, virtudes, flaquezas y culturas diferentes que se han conjugado en la formación del alma nacional; de tendencias y normas de valor contradictorias que luchan entre sí y sólo llegarán a equilibrarse en la lontananza de los tiempos. Parece natural entonces que predominen la inconstancia y la arritmia que nos caracterizan.
Sobrecarga psicopática.
¿Cabe referir a trastornos psíquicos de los venezolanos solamente la arritmia mencionada en el parágrafo anterior?
Allí incluimos los desajustes emocionales congénitos derivados de un metabolismo glandular defectuoso que es tal vez expresión del hibridismo de nuestra población y la ansiedad y la angustia que brotaron entre los inmigrantes individuales de donde quiera que vinieron a morar en América.
Se trata en ambos casos de factores de disgregación que al perturbar el alma de la raza amenguan su capacidad para el trabajo o la desvían.
¿No nos alarma a todos que la elevada tasa de criminalidad y el consumo de drogas puedan tanto como la afición por el loto y demás juegos de azar?
La mácula incluye pues aquellas lacras que continúan presentes por no haber sido combatidas a base de terapéutica medicinal o de cultura; y las taras psicopáticas que cobran en apariencia cuando menos trágicos signos de perennidad.
¿Cómo explicar unas y otras?
El Dr. Francisco Herrera Luque, conocido escritor y médico psiquiatra, en su libro Los Viajeros de Indias denuncia como foco primigenio de los trastornos psíquicos de la población venezolana al enclave constituido por los conquistadores españoles en la última década del siglo XV y subsiguientes.5
Y prueba que ya venía pervertida el alma española por las luchas de la Reconquista y sus secuelas; y peor aún en los primeros emigrantes sacados de presidios para llenar plazas vacantes en los cuerpos armados destinados a invadir a América.
El libro demuestra la crueldad de la mayoría de jefes y soldados de esos cuerpos armados que asesinaban a los indígenas sin explicación aceptable, es decir, no por la necesidad de sobrevivir ellos mismos. Y también evidencia la actividad sexual descomunal que permitió a los conquistadores reemplazar alguna porción de ellos con hijos que procreaban en los vientres de las indias.
La hibridación como regla en América
Se explica que el referido autor atribuya excepcional influencia al legado temperamental de aquel enclave humano si tomamos en cuenta los expedientes de limpieza de sangre con que los blancos criollos descendientes de los conquistadores respaldaban durante la colonia el orgullo de su casta —que incluía varones de denotado arrojo, audacia, fanatismo, inteligencia o incomparable tesón aventurero— como su desprecio por las demás razas presentes en Centro y Sur América.
Pero recordemos que esos expedientes funcionaron en Caracas por donde se colige que la mezcla de razas aunque la hibridación ocurre siempre6 debió ser más abundante en el interior del país y la insania entre sus blancos menor.
Los datos sobre estructura racial de la población americana durante la colonia ratifican lo dicho y revelan la hibridación consumada en dos direcciones principales: como mezcla de españoles con nativos americanos y como mezcla de españoles con negros esclavos traídos de África para suplir a los nativos desaparecidos en las tareas más rudas.
Es de advertir que los indígenas americanos podrían ser distribuidos para su estudio en dos grupos principales: los recolectores nómadas que recorrían las llanuras del Centro y del Este del Continente y las islas del Caribe, muchos de ellos caníbales, dentro de formaciones sociales incipientes que dejaron escasos vestigios de civilización; y las tribus indígenas que habían alcanzado una cultura propia en México y el resto de América Central (Azteca y Maya) o en la Cordillera de Los Andes (Inca y Chibcha).
Dentro de los primeros los destrozos producidos por los conquistadores fueron mayores hasta el punto de haber sido eliminados y suplidos para el trabajo por esclavos africanos; en tanto que las estirpes serranas conservaron como raza vencida su existencia tribal mediante una sumisión más o menos programada y persistente en siglos.
Su cultura no podía predominar sobre la de los vencedores. La cultura europea traía fuerza para imponerse integralmente. Pero es indudable que si el indígena no asimiló a los españoles logró mezclarse con ellos en forma más o menos prevenida y por eso algunos descendientes mestizos observan tradiciones y ritos propios del aborigen reveladores de la caustica tristeza y demás sentimientos de vencidos que traducen armoniosamente sus dibujos simbólicos, su música y sus mitos.
Tenían y tienen un valor esos vestigios de cultura subyacente que impregnaba la sensibilidad indígena en aquellas épocas y no desapareció con la conquista. Resulta evidente en Centro América; y en México donde el orgullo por la herencia azteca erige ésta en expresión señera del alma nacional; también en el Perú, a pesar de los horrendos genocidios de Pizarro y de la mortífera derrota del último levantamiento incaico en el siglo XVIII; y emerge en arquetipos definidos de algunas poblaciones mestizas de los Andes.
Ciertas regiones montañosas de Venezuela y concretamente la zona rural que circundan San Cristóbal, Rubio, San Antonio y Capacho, para no citar otras, exhiben estirpes de apellidos españoles con perfiles abiertamente indígenas cuyos actos y maneras muestran la laboriosidad, el poder de reflexión e inteligencia de la raza aborigen y un equilibrio emocional templado en aquella sumisión de siglos que cuando llega el caso hierve en protesta altiva o en zarpazo acerado para responder al atropello.
Prejuicios de casta en Venezuela: Su psicopatía
Todos sabemos que en este país los blancos han sido mucho más locos que los negros. Y vimos que concretamente en el Valle de Caracas el orgullo de casta mantuvo la sobrecarga psicopática más viva que en el interior de Venezuela. Contribuyen a mostrarlo los sucesos de 1813 y 1814 cuando la guerra a muerte condujo a la ejecución de millares de padres de familia de los bandos contendientes, patriotas y realistas, eliminando de paso en gran medida los grupos dirigentes de la Venezuela que nacía.
Esta demencia destructora la completó la guerra federal en la segunda mitad del siglo XIX con las matanzas y depredaciones cometidas por las huestes que condujo inicialmente a la acción el resentimiento de Ezequiel Zamora. Porque en el fondo de todos esos movimientos reverberaba la llama de la sobrecarga psicopática de origen español avivada por impulsos de saqueo con progenie de siervos velados por consignas demagógicas de los hombres de presa.
Fueron expresiones de desarreglo de tipo psicopático los insultos contra el Libertador en los días iniciales de Venezuela independiente.7
Y un fenómeno parecido ocurrió a la primera caída de Páez cuando éste se levantó en armas para defender la Constitución atropellada el 24 de Enero de 1848. Vencido el Centauro fue montado en un burro y conducido con un cartel a la espalda por las calles de Valencia mirando hacia el trasero del jumento. El cartel lo insultaba llamándolo “el rey de los Araguatos”, lugar donde fue derrotado.
Expresiones de la misma sobrecarga de locura fueron las escandalosas persecuciones contra los ex Presidentes José Tadeo y José Gregorio Monagas, de los Libertadores de Venezuela y el segundo autor del decreto que suprimió la esclavitud; e igual razón puede asignarse a las vociferaciones y burlas contra el primer caudillo federal Antonio Guzmán Blanco después de su caída.
Las psicopatías contra los andinos
¿Podría hablarse de simple sobrecarga psicopática como causa de los insultos y violencias desatados contra acusados y exonerados por igual a la caída de los gobiernos de los generales Cipriano Castro en 1908, Juan Vicente Gómez en 1935, Eleazar López Contreras e Isaías Medina en 1945 y Marcos Pérez Jiménez en 1958?
Por cuanto en tales hechos participaron grupos de la oligarquía se podría hablar de sobrecarga psicopática de origen español en los instigadores de los excesos; pero intervinieron también vulgares adulantes como sus progenitores; y al lado de perseguidos o perjudicados en algunos de esos casos cuyo rencor era normalmente explicable, miserables oportunistas. También mediaron entonces los consabidos impulsos de depredación de origen esclavista.
Una frase corriente en 1936: “Lo que pasa en Venezuela es que los negros quieren saquear y los andinos no los dejan”, grafica la oposición entre la mentalidad andina amante del trabajo y la propiedad y la de los saqueadores de prosapia nómada con su fardo de resentimiento perfectamente explicable y con el de los oligarcas, éste pleno de impudor en el atraco y psicosis blanca, criollos tan temerarios que fueron sacrificados por regla general muchos honestos y eficientes servidores públicos.
Creo que debemos incluir también en esta descripción los asesinatos y torturas cometidos contra las personas de detenidos políticos en todos los gobiernos derivados de las tendencias criminógenas de factura vesánica a que obedecieron los autores.
No parece que hubieran sido ordenados por los altos jerarcas del régimen de turno puesto que no cubrieron nunca el ámbito del país. Pero cuando existió concurso expreso de aquellos en nutridos casos por ser las víctimas agentes intrépidos de revoluciones contra el sistema vigente, mal podría ofrecerse una explicación para esos hechos que no encuadre en la misma patología que los otros; y menos por ser las víctimas profesantes de ésta o aquella doctrina filosófica o ideología política sea cual fuere o para encubrir negocios sucios.
Tampoco parece correcto pretender excusar torturas, asesinatos, maltratos ni desapariciones de personas por haber sido producidos en tropel.
Lo correcto sería atribuirlos a una sanguinaria demencia maniquea y a su cobardía concomitante.
El rencor patológico y la producción
El descrito universo de morbosidades y flaquezas que embarga el alma de un sector de la población impide que echen raíces en el ánimo público importantes actividades de producción intelectual o material que sin la debida asistencia espiritual y apoyo público tampoco hubieran prosperado consistentemente en países avanzados como Estados Unidos, Rusia y Japón.
El resultado es el desbarajuste moral y material en las coyunturas difíciles y la ruina eventualmente. O la revolución, que es más o menos lo mismo.
Pues bien, en todas las esferas se proclama en el presente la conveniencia de impulsar la producción pero en la práctica cómo han estorbado a los productores y a la producción los perturbadores que encontraron la ocasión de atravesarse en su camino y no fueron siempre pobres “revolucionarios”.
Cuando un trabajador intelectual abundó en frutos, cuando un agricultor o un industrial alcanzaban a rebasar el punto de equilibrio en sus empresas, pasaron lógicamente a un mejor vivir y eso no lo perdonan los pillos enfermizos y menos si poseen mucho poder o dinero mal habido.
Un resentimiento burdo, un rencor evidentemente patológico abruma a algunos compatriotas y les hace de “la vida un tormento” para decirlo con palabras del Libertador.
Remedios conductistas
Comenzamos este parágrafo con recomendaciones del mismo Herrera Luque.
“Si queremos que la participación delictuosa de nuestra población se reduzca deben dictarse leyes draconianas que en primer lugar mantengan la integridad del hogar y la pureza de las buenas costumbres y severas penas contra los que delincan. Cuando esto suceda, como sucederá algún día cuando el público se aburra de los defensores de los criminales, Venezuela, al igual que el resto de los países del Continente que nos aventajan en cultura y civilización a pesar de arrastrar probablemente el mismo problema, logrará equipararse con ellos”.8
Pero hay algo que a juicio nuestro importa tal vez más en Venezuela y es eliminar el clima propicio para el delito.
Y no se podrá eliminar mientras v.g., la masa de la población oiga a cada instante acusaciones de corrupción contra funcionarios importantes.
¿Por qué se pide a los humildes que conserven su honradez si los dirigentes públicos son acusados de ladrones normalmente, con razón o sin ella?
Es necesario reducir ese escándalo ¿Cómo? Cesando
Se impone llegar a un acuerdo básico según el cual los delincuentes señalados sean juzgados duramente, pero según la ley, sin privilegios ni menguas. El derecho a la defensa es esencial, sin él no existe juicio. Las confiscaciones son una aberración siempre incluso antes de perder su sustento por decisión judicial firme.
Pues bien, a pesar de todo lo que hemos venido diciendo afirmamos que no hay por qué desesperar en Venezuela. Aún conservamos reservas espirituales estupendas.
En efecto, las gestas emancipadoras de los países americanos, por ejemplo, coincidieron todas en madurez de sentimientos y en elevación y grandeza de sus ideales de libertad, igualdad, fraternidad y búsqueda de la felicidad.
Eso demuestra que la sociedad civil libre cuenta en nuestros pueblos con abolengo indiscutible. Y éste nos enseña acoger conscientemente esa hermosa tradición y así mismo rechazar con dignidad el despotismo, venga de donde venga9 y contra quien fuere.
Pero es necesario predicar esto sin cesar porque han venido predominando ideas opuestas. Clamar constantemente y por todos los medios que la misión primordial del hombre consiste en ser más y no en poder más; y que importa a todos impedir que se ultraje a nadie sea quien sea incluidos los pobres, venezolanos o extranjeros.
Proclamar que el estado de derecho es derecho de todos y no regalo de nadie para pocos o muchos.
Por consiguiente, Venezuela necesita en estos tiempos de crisis que surjan apóstoles sabios que asuman la misión de gobernar con sentido religioso capaz de revigorizar al bravo pueblo que realizó la Independencia de América del Sur y nos colmó de sano orgullo.
Remedios fisiológicos
Además de sustituir los procedimientos educativos y penales fracasados ¿No será ya tiempo de desarrollar en escala nacional campañas terapéuticas que corrijan las fallas del metabolismo glandular? ¿No existen productos medicinales que regularicen las glándulas que tienen que ver con la conducta, distintos a los hormonales que las perturban? ¿No está demostrado que la deficiente nutrición de la madre embarazada y del niño en su primera infancia son para éste fuente de psicopatías? ¿Cuántos éxitos se anotarían mediante la introducción de pautas sanas en la alimentación al aumentar la dieta de proteínas, rebajar la de hidratos de carbono y eliminar el alcohol?10
Y vamos a concluir:
Las exageraciones del conductismo, sumadas a una actitud equivocada ante “los fatalismos” de la herencia, a una gran cobardía frente a los intereses creados y ante la soberbia senil de los caudillos cuya bandera es el prurito hegemónico, han impedido que se produzca en Venezuela una acción vigorosa: Primero, para llamar crimen a todo lo que es crimen; Segundo, para combatirlo sin cuartel en todas sus manifestaciones y por todos los medios.
Pero ya veremos que la condición global de la población ha mejorado. En todo caso ¡Que las lecciones de la historia y de la ciencia y los consejos postreros del Libertador nos libren de las predicciones suyas con que iniciamos el presente capítulo!
Con la ayuda de Dios.
“Una mirada sobre la América Española”, en Vicente Lecuna (ed.), Papeles de Bolívar (Caracas, 1917), p. 336; Bolívar a Flores, Barranquilla, 9 de enero de 1830, en Vicente Lecuna (ed.), Cartas del Libertador, 11 vols. (Caracas, 1929-1930; Nueva York, 1948), IX, p. 376.
Morillo al Ministro de la Guerra sobre la evacuación de la isla de Margarita, ocupación de Guayana y resistencia a los numerosos rebeldes de Venezuela, Cumaná, 28 de agosto de 1817, en Antonio Rodríguez Villa, El teniente general don Pablo Morillo: Primer conde de Cartagena, Marqués de la Puerta (1778-1837), 4 vols. (Madrid, 1908-1910), III, p. 433.
H. L. V. Ducoudray-Holstein, Histoire de Bolívar, 2 vols. (París, 1831), I, p. lxii.
Luis López de Mesa, Oraciones panegíricas (Bogotá, 1945), p. 116.
Francisco Herrera Luque, Los viajeros de Indias: Ensayo de interpretación de la sociología venezolana (Caracas, 1961).
Frederick Osbom, El futuro de la herencia humana (Barcelona, 1973).
Así le comunicó el Gobernador de Maracaibo a sus habitantes la muerte del gran visionario americano: “Un acontecimiento que producirá bienes incalculables a la causa de la libertad y del bienestar del pueblo: Bolívar, el genio del mal, la tea de la discordia y la anarquía, el opresor de su patria, ha dejado de existir”.
Herrera Luque, Los viajeros de Indias.
A propósito recomiendo encarecidamente la lectura del generoso libro La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana (Madrid, 1952) por Augusto Mijares.
“En nuestro país... más del 50% de los niños venezolanos menores de 5 años presentan algún grado de desnutrición...”
Ahora bien, “...la desnutrición infantil producirá individuos más irritables, más agresivos y lo que es más grave, tendrían una menor capacidad de aprendizaje.
“Esta situación, a su vez, impulsa a estos “fracasados” a defenderse en otros medios... a la delincuencia en todas sus facetas…”.
(Revista RETO - CONICIT, Caracas, n.º 14, pp. 5 y 9).