Preámbulo
En la desembocadura del río Menderes se yergue la opulenta ciudad de Mileto, el comercio de esta ciudad sustenta a 45 colonias,1 que reciben y esparcen sus suntuosas telas y demás productos manufacturados, procedentes del interior de la región de Anatolia. Es allí donde el hombre eximido de toda preocupación o búsqueda primitiva y banal, logra elevar la forma del pensamiento desde la aceptación de lo imperceptible como fundamento de la realidad, a concebir el génesis de la filosofía y el raciocinio.
Entre el siglo V a. de C. y finales del IV a. de C. transcurre la edad de oro del pensamiento clásico, en donde cobran relevancia las figuras de Sócrates, Platón y Aristóteles, que tratan el tópico del hombre y la moral, que a su vez envuelve a la conducta humana. Sin embargo, previo a la etapa antropológica de la filosofía, existieron una serie de pensadores que se destacaron por tratar de desvelar el asunto del origen del universo, desde una óptica lógica y observacional que se alejase de los cánticos de los mitos y los dioses; a estos pensadores se les conoce como los presocráticos.
El nacimiento de la filosofía fue concebido bajo la premisa de que la razón humana bastaba para iluminar el camino hacia la verdad y el conocimiento, no obstante, esta afirmación estaba sustentada a su vez bajo las bases primitivas de los mitos, que habían rodeado a la sociedad griega durante siglos, en los cuales la fe religiosa y la fe científica habían convivido de forma paralela, y cuya desunión convendría paulatinamente en el futuro.
Estos intelectuales —comenta Bernabé— fueron abandonando progresivamente las soluciones mitológicas tradicionales e investigaron de forma desacralizada sobre los problemas del origen y naturaleza del mundo. La fe religiosa se vio poco a poco sustituida por una fe científica. Aunque se seguía intentando hallar, como hacía el mito, una unidad detrás de la multiplicidad, esa unidad que se buscaba estaba progresivamente despersonalizada.2
Pero, ¿por qué es la Grecia y no las civilizaciones de Egipto o la Mesopotamia, la que abriga en su seno el germen de la racionalidad? El griego posee la curiosidad innata por el conocimiento y el asombro, lo que los impulsa a buscar la sabiduría de la naturaleza que los rodea y cuestionarse el significado y origen de las cosas, en cambio, las civilizaciones orientales desarrollan los efectos prácticos de los materiales que les proporcionaba su entorno, pero solo se limitaban a la inmediatez que ésta les podía proveer, nunca dirigían su mirada hacia la reflexión que derivaba de la observación del mundo.
A pesar de que los griegos —escribe Mondolfo— pudiesen haber obtenido de las culturas orientales, numerosos y fecundos elementos de conocimientos y estímulos de reflexión, sin embargo, ellos, que eran arrastrados, en su misma actividad de mercaderes y colonizadores […], por el doble deseo de «comerciar y de ver», hallaban un aguijón eficacísimo para la creación de la ciencia y de la filosofía en su innata y característica curiosidad.3
En calidad de mercaderes los griegos visitarán y obtendrán de otras culturas los conocimientos necesarios para incentivar en ellos las respuestas a las preguntas cosmológicas, las cuales llevan dentro de sí la triple exigencia de encontrar lo que engendra todas las cosas, y lo que permanece en las variaciones y a su vez unifica a la multiplicidad del mundo.4
La raíz de la filosofía se arraiga en las ciencias, ahonda en la mitología, y halla en el intercambio cultural y recíproco con otras civilizaciones el abono fértil en cuyo campo cultivará afablemente las semillas del razonamiento y la lógica. Todo esto junto a otros factores, conllevaría a que, a finales del siglo VII a. de C. se asiente la primera escuela de filosofía, La escuela de Mileto, y se vislumbre los primeros albores del pensamiento griego antiguo.
La escuela de Mileto
Fundada por un jonio miembro de los siete sabios llamado Tales de Mileto, quien según la tradición nació alrededor del último tercio del siglo VII a. de C. y moriría a mediados del siglo VI. De su obra no se conserva ningún fragmento, y lo más probable es que no haya dejado ningún escrito, salvo algunos comentarios que hicieron de su vida autores posteriores. Sus viajes lo llevaron a Egipto y Caldea, donde encontró el elixir de la sabiduría oriental en la astronomía y las matemáticas.
Su más grande hazaña es haber predicho un eclipse en la guerra entre Lidia y Media comentada por Heródoto en el 585 a. de C.5 Con la apertura de su escuela, nace el estudio de la φύσις (physis), que significa «naturaleza». Su búsqueda se resume en encontrar una explicación a la constitución de la realidad y el origen del universo, que se desviase de las cuestiones antropomórficas narradas por la mitología, y se decantase por una explicación basada en la racionalidad y observación.
En apariencia la realidad se compone de una multiplicidad caótica y desorganizada, pero para el griego, el universo es una totalidad equilibrada y en armonía, un kosmos. En ella busca el principio (arché) último y perfecto por el cual todas las cosas provienen y retornan. De su pensamiento, sobresale su cosmología y cosmogonía, en donde dice que todas las cosas surgen del agua, y que la tierra es semejante a una balsa que flota sobre el agua.
La mayoría de los que filosofaron por primera vez —escribe Aristóteles— consideraron que los únicos principios de todas las cosas son de especie material. Aquello a partir de lo cual existen todas las cosas, lo primero a partir de lo cual se generan y el término en que se corrompen, permaneciendo la sustancia mientras cambian los accidentes, dicen que es el elemento y el principio de las cosas que existen; por esto consideran que nada se genera ni se corrompe, pues tal naturaleza se conserva siempre… Debe haber, pues, alguna naturaleza única o múltiple a partir de la cual se generan las demás cosas, conservándose ella. No todos dicen lo mismo sobre el número y la especie de tal principio, sino que Tales, quien inició semejante filosofía, sostiene que es el agua (y por ello también manifestó que la tierra está sobre agua).6
Entre los motivos que pudieron inducir a Tales a poner el agua como la materia primogénita, está el hecho de que la humedad se relaciona con la vitalidad, que mantiene la vida de los seres vivos. Probablemente Aristóteles haya sido el más cercano a acertar al decir que «tal vez llegó a esta concepción tras observar que todas las cosas tienen un alimento húmedo y que el calor se produce y se mantiene en la humedad».
En el mundo antiguo, muchas sociedades —incluida la griega— consideraban el agua como un elemento vivificador y génesis de todas las cosas, un ejemplo de ello son los egipcios, quienes poseían pergaminos que describían a la tierra como un gran platillo con bordes, que flota sobre el agua, mientras que el sol navega por el cielo. No obstante, el mismo Homero relataba en los pasajes de la Ilíada al agua como la progenie de los dioses y a la madre Tetis, la corriente del río Océano, que es la génesis de todas las cosas.7
Ello pone de relieve la corteza arcaica del pensamiento griego, que, aunque poseedora de una intuición y deducción sorprendentes, no logra separarse por completo de la personificación de sus dioses; Tal es su influencia, que todo el pensamiento jónico termina envuelto en la influencia hilozoista, que no logra distinguir la separación de los organismos biológicos, y de los objetos inanimados, por ello toda cosa se considera dotada de vida. No sería sino hasta con los eleatas que se empezaría a plantear este problema. Si bien las especulaciones de Tales no se desapegaron radicalmente de las concepciones mitológicas, sirvieron para remarcar la larga línea elaborada por los físicos, entre el mito y el logos.
Anaximandro de Mileto
Discípulo de Tales y miembro de la escuela de Mileto, múltiples registros lo mencionan como autor de una obra nombrada Sobre la naturaleza, de la cual no se conserva ningún fragmento. Su conocimiento abarcaba diversas áreas del pensamiento como la astronomía, matemáticas y geografía. Se conservan noticias de una expedición colonizadora que fue enviada desde Mileto hacia Apolonia y que estuvo al mando de Anaximandro.
De los conocimientos exóticos para el mundo griego se le adjudica la introducción del gnomon, un instrumento babilónico que permitía medir la dirección y altura del sol. Además, se le ha llegado a conceder como de su autoría la elaboración de un mapa de la tierra que ilustraba el mundo antiguo. Anaximandro desistió de la proposiciones de Tales, y en lugar de escoger una sustancia material como elemento progenie, elaboró el concepto del apeiron, «lo que carece de límites» o lo «infinito».
Estableciendo como el arché —siendo el primero en nombrarla así— a una sustancia carente de forma, puesto que, la unidad unifica a la multiplicidad, la cual varía en tamaño y demás cualidades, por lo tanto, su origen no puede venir de una misma materia, porque en esta no hay cabida para la diversidad de cosas. Simplicio termina recogiendo una frase plasmada de una forma más poética que científica que se le atribuye al mismo milesio.
Anaximandro […] dijo que el «principio» y elemento de todas las cosas es «lo infinito» […]. Ahora bien, a partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí se produce también la destrucción, según la necesidad; en efecto, «pagan la culpa unas a otras y la reparación de la injusticia, según el ordenamiento del tiempo».8
El influjo de «lo infinito» todo lo abarca y pilota, al mismo tiempo, que es eterno y nunca envejece; de él emergen los mundos y entorno a él surgen los contrarios: lo frío y lo seco, lo caliente y húmedo. Por su oposición terminan pagando «la culpa unas a otras y la reparación de la injusticia, según el ordenamiento del tiempo». Disolviéndose y dando inicio nuevamente al ciclo.
Su cosmogonía esclarece sobre la configuración del mundo, lo caliente se convirtió en una llama que se reunió alrededor de lo frío, envolviendo a la tierra. Del rompimiento de las llamas, se conformaron los cuerpos celestes. A pesar de que no explica de donde surge la tierra, detalla que esta se mantenía a flote por «la equidistancia de todas las cosas».
Sorprende la capacidad de deducción de Anaximandro al proponer un bosquejo de la teoría de la evolución del hombre, en donde expone las dificultades de que este en sus inicios haya sobrevivido a la naturaleza con sus condiciones biológicas en un medio natural, por lo tanto, su teoría involucra a los animales acuáticos que emergieron de un barro calentado por el sol, y estos terminaron evolucionando en la forma definitiva del hombre.
El pensamiento de Anaximandro indujo una solución innovadora al problema de la multiplicidad de la realidad, sin embargo, en sus vertientes, se muestra detrás de sí la influencia de la mitología griega, ya sea en la similitudes entre las características del apeiron, y de los dioses, o en la poca explicación del surgimiento de la tierra en su cosmogonía.
Anaxímenes
Siendo más joven que Anaximandro, configuró sus pensamientos articulándolos en forma de prosa, lo que lo pone en contraposición a su predecesor milesio y su escritura redactada en términos más propensos a la literatura épica. En primera instancia, pareciera que su idea representase un retroceso en torno a la pregunta cosmológica, al proponer una sustancia material como principio fundamental de la realidad.
Sin embargo, ésta resulta ser de un grado innovador, al combinar las características divinas e indeterminadas del apeiron, agregándolas a un elemento de origen físico, el aire; estableciendo una explicación profunda sobre el mecanismo del cambio. Si bien Anaximandro había apuntado hacia este problema, es Anaxímenes quien por primera vez brinda un argumento que sienta las bases de una solución.
Para el milesio el aire se refería más a la niebla y vapor, la cual carece de límites, es perfecta y abarca todo el mundo. Este elemento al calentarse pasa por el proceso de la rarefacción, cuya transformación primordial es el fuego; mientras que al condesarse es frío y pasa de aire a ser nubes. Para posteriormente transformarse en lluvia y luego en tierra, que es su forma más sólida o compacta.
Llegó a esta conclusión al observar que el mismo aire que expulsan los hombres por la boca es caliente, pero cuando se sopla con los labios cerrados es frío. Este mecanismo de cambio deja entrever la verdadera realidad de los objetos, los cuales son un cambio de densidad de una misma sustancia. Anaxímenes terminaría sustituyendo los contrarios de su predecesor (frío-caliente-seco-húmedo) por laxo y denso. Gran parte de su cosmología toma, como era de esperarse, al aire comprimido como causa primordial de la creación de la tierra; la cual se mantenía a flote por esta misma sustancia.
Pitágoras y el pitagorismo
El pitagorismo fue un movimiento filosófico-religioso que traería una gran cantidad de innovación en el campo de las ideas, así como también en las ciencias y la astronomía. Su líder Pitágoras nacido en la ciudad de Samos alrededor del 570 a. de C., viajaría por regiones remotas como Egipto y otras zonas del Oriente antiguo; su fama lo haría quedar prendado del hálito de devoción del que era rodeado por sus seguidores, quienes le atribuían toda clase de milagros.
Huyendo de la tiranía de Policrates se establecería en Crotona en donde fundaría su propia escuela, siendo el primer hombre en atribuirse el apodo de filósofo, cuyo significado etimológico es «amante de la sabiduría». Se le atribuye además el descubrimiento de los intervalos musicales regulares así como también del célebre teorema de Pitágoras. Los pitagóricos contaban con el tetraktys, un símbolo de adoración que representa la relación de la suma de los primeros cuatro números enteros plasmados.
Los pitagóricos creían en la transmigración de las almas y que todos los seres vivos por esta causa mantenían una relación, de allí proviene su persistencia en la abstinencia de ciertos alimentos. En su cosmogonía se encontraba el fuego como centro del universo rodeado a su vez por la tierra, luna, sol y el resto de los cinco planetas conocidos en el mundo antiguo, junto con la anti-tierra.
Por otro lado, su planteamiento cosmológico no solo proponía a la realidad como una forma numérica, sino que además llegaba incluso a poner a los objetos como unidades cuya magnitud corpórea a su vez moldeaba la realidad. Es por ello que los números terminan generando figuras geométricas como puntos, líneas, superficies y volúmenes, para después transformarse en cuerpos sensibles. Siendo esto imprescindible para entender la verdadera configuración del universo.
Parménides
Pues bien, te diré, escucha con atención mi palabra, cuáles son los únicos caminos de investigación que se pueden pensar; uno: que es y que no es posible no ser; es el camino de la persuasión (acompaña, en efecto, a la Verdad); el otro: que no es y que es necesario no ser. Te mostraré que este sendero es por completo inescrutable; no conocerás, en efecto, lo que no es (pues es inaccesible) ni lo mostrarás.9
Discípulo del enigmático Jenófanes y nacido en Elea, una zona de la magna Grecia (Italia meridional). Parménides presenta un poema en hexámetros sofisticado, dividido tradicionalmente en tres partes: canto de apertura, discurso sobre la verdad y el discurso de la opinión.
Allí el poeta es guiado por las hijas del sol en un suntuoso carruaje conducido por soberbias yeguas, atravesado por una epifanía religiosa que genera un contraste con el tópico de la obra y el ambiente en donde se retrata el viaje, franqueando las puertas del día y noche logra alcanzar la luz y hablar con la diosa quien le concede el favor al mortal de escuchar su discurso.
Revelándole esta dos caminos hacia la verdad, uno que es errado y que conducirá infaliblemente hacia el equívoco, por lo tanto intransitable, y el otro que lleva hacia el conocimiento y es único: por un lado el primero representa «lo que es y que es no es posible que no sea» mientras que el otro se relaciona con lo que «no es y que es necesario que no sea».
El ser es único, indisoluble, eterno, circular y perfecto y en el solo hay cabida que sea, mientras que lo que no es, no puede ser otra cosa que el no ser, Bertrand Russel explica el significado de este argumento que trata sobre el ente y su relación con el lenguaje.
La esencia de este argumento es: cuando piensas lo piensas de algo, cuando empleas un nombre; ha de ser el de alguna cosa. Por lo tanto, el pensamiento y el lenguaje requieren objetos externos. Y puesto que puedes pensar en una cosa o hablar de ella tanto en un momento como en otro. Todo lo que puede ser pensado o de lo cual se puede hablar debe existir en todos los tiempos. Por consiguiente, no puede haber cambio alguno, puesto que el cambio consiste en que las cosas se formen o cesen de existir.10
De esta forma Parménides no solo niega el movimiento, la generación y corrupción por la cual se llega a la multiplicidad, sino que también rompe con el pensamiento cosmológico que lo precedía, formando el primer intento de explicación del movimiento o en este caso de su negación.
Parménides —escribe Guthrie— hizo que se sacase la lección de que el movimiento era un fenómeno que necesitaba una explicación propia, y, por ello, en los presocráticos posteriores nosotros observamos no sólo el cambio desde una unidad a una pluralidad de elementos físicos, sino también la aparición de una causa motriz junto a los elementos que se mueven por sí mismos e independiente de ellos.11
Sentando las bases del rompimiento con el hilozoísmo, Parménides fundó las bases del cuestionamiento racional del movimiento, los innumerables objetos que componen la realidad ya no eran solamente elementos físicos que alentados por el ímpetu divino, se desplazaban de un lugar a otro, sino que, eran figuras que llevaban consigo una causa motriz que los hacía desplazarse.
Heráclito
En Éfeso en la zona jónica de Asia menor, viviría entre el 544 a. de C. y 484 a. de C. el enigmático filósofo Heráclito apodado «el oscuro»; sus aforismos pasarían a la posteridad por haber heredado la tradición poética de declamaciones y refranes que lo asemejarían a los líricos Esquilo y Píndaro y demás poetas de la antigüedad. Heráclito buscaba encontrar la esencia de la verdad, la cual era considerada como demasiado grande para ser interpretada con un solo significado y que era menester se expresase en base a la ambigüedad y divagancia.
Los eruditos y escolares del siglo XIX y XX han encontrado en el camino para descifrar el puñado de fragmentos que han sido conservados sobre el sistema filosófico de la figura del filósofo, múltiples escollos y obstáculos que dificultan un entendimiento exacto sobre el significado y ordenamiento de sus refranes y aforismos compuestos.
Por un lado, la influencia de su pensamiento y el advenimiento de grupos apologistas a su doctrina como los heraclíteosque terminarían adoptando posturas inverosímiles o estrafalarias al propósito original del pensador, dificultarían un análisis esclarecedor del verdadero contenido de su filosofía; aunado a ello, los escritos de Platón y Aristóteles, terminarían por citarlo poco y con una actitud de desdén, sentimiento que se mantendría hasta el surgimiento del estoicismo, quienes plantearían una lectura anacrónica de su filosofía.
En cuanto al significado de su pensamiento, Heráclito coloca como fundamento de todas las cosas al cambio y devenir del ser, todo transcurre entre el génesis y desfallecimiento de las cosas, inclusive aquellas que en apariencia no sucumben ante el advenimiento del cambio, estas si son vista de a fondo, muestran ante los ojos la verdad de un movimiento subyacente, ante la quietud ilusoria de las cosas, cuya única verdad es la de un cambio lento que es imperceptible al hombre.
Su fundamento al ser el «fuego vivo» sirve como metáfora y representación del trastorno por el cual son sufridas todas las cosas, al ser un símbolo de su propia doctrina, no obstante, en todo el transcurso de la fragmentación entre el pensar mitológico y la llegada de las primeras luces de la lógica y la razón, Heráclito es el único pensador que posiciona a la oposición entre elementos como una parte fundamental de su cosmogonía.
Pensadores previos habían representado la condición de elementos contrarios que simbolizaban una parte elemental de la unidad, sin embargo, lo innovador en torno a la idea de Heráclito reside en el valor que deposita en su condición dialéctica, no es solamente una oposición que explica el proceso cosmogónico del mundo, sino que es gracias a la tensión que los elementos se unifican creando una estructura en la que el todo es mayor que la suma de las partes.
Los atomistas: Leucipo y Demócrito
El debate filosófico entablado entre la inmutabilidad y mutabilidad del ser, de las doctrinas parmenídica y heraclítica, dejará un escollo insondable para los pensadores posteriores, que girará en torno hacia el problema de la negación del movimiento, Leucipo y Demócrito serán los encargados de presentar un postulado filosófico que por primera vez sentará las bases del concepto del átomo antiguo.
En un modelo de pensamiento donde el principio generador del ser es descrito por un lado, de una forma indivisible, homogénea y perfecta que necesariamente amerita la negación del movimiento (puesto que en su inmutabilidad no hay cabida para el cambio ni para el trastorno o transformación de las cosas), y por el otro, en donde el ser gravita en el flujo constante del devenir y cambio.
No existe pues, una explicación plausible al problema insoslayable de la multitud de objetos que componen nuestra realidad y que varían en características cualitativas y materiales; la escuela de los atomistas heredará el problema central de la multiplicidad y recogerá de las ideas parmenídicas la perfección del ser y su indivisibilidad, rehuyéndole a las concepciones materiales de los estudios de los jonios.
Los atomistas elegirán como principio generador de todas las cosas el átomo, ahora bien, distintos al esquema tradicional proveniente de los estudios modernos científicos y meramente empíricos y experimentales, el átomo antiguo proviene no solamente de la capacidad observacional del hombre antiguo, sino que además, es producto directo del estudio metafísico de las cosas. La gran diatriba entre Heráclito y Parménides es resuelta bajo los conceptos del átomo y su esquema de lo lleno y vacío.
Siendo semejante a las descripciones eleatas del ser en cuanto a su perfección, indivisibilidad y circularidad, sin embargo, los atomistas presentan un concepto dualista representado entre lo lleno-vacío y ser-no ser, El átomo es delineado a través del contorno de la nada. Lo cual hace que todos los objetos de la realidad estén compuestos a través de la agrupación de átomos y que lo vacío provoque un límite que los separe.
La ideas atomista se destacan por desarrollar una forma determinista en la cual juegan un papel fundamental la generación y desintegración, en donde los objetos nacen y desfallecen, explicados únicamente a través de la conducta en la cual se unen y crean la realidad, para posteriormente desintegrarse y desaparecer.
Los pluralistas: Empédocles y Anaxágoras
Las concepciones sobre la realidad nunca habían franqueado la barrera monista de los pensadores antiguos, la creación siempre se mantuvo dotada por ser producto de un solo elemento que configuraba el orden y equilibrio, sin embargo, con los pluralistas se inicia la apertura a una diversidad de elementos que se vuelven un principio bajo el cual se generan y cesan de existir todas las cosas.
Esta escuela que tendría sus inicios con Anaxágoras y Empédocles, recibiría por su cercanía regional con la Magna Grecia, una gran influencia del movimiento pitagórico, característica representada en los paralelismos míticos que se pueden trazar entre la figura de Pitágoras y Empédocles, este último no carecía de las leyendas y arquetipos mitológicos que se habían tejido entorno a la figura del primero.
A pesar de su aparición tardía, Empédocles sería colocado por la notoriedad de su pensamiento como una figura analizada primero que a la de su antecesor Anaxágoras. Empédocles sostenía que el fundamento de toda la realidad eran los rizomas o raíces, mejor conocidos como los elementos, una serie de materias divididas en agua, fuego, aire y tierra. Esta diversidad de principios permitía que a través de las distintas proporciones de los elementos, se conjuguen para poder crear las cosas que nos rodean.
No obstante, este modelo de pensamiento propuesto por Empédocles, no halla dentro de sí una explicación del movimiento y cambio de las cosas que sea explicada únicamente por los mismo elementos, sino que, propone como motor el amor y el odio; siendo el primero el que congrega los elementos para que el segundo los separe.
Por otra parte, su homólogo Anaxágoras gozaría de un prestigio que lo haría acreedor de ser el primer hombre en traer la filosofía a Atenas, siendo acogido por uno de los estadistas más importantes del mundo antiguo, Pericles. Sin embargo, después de un tiempo sus argumentos se volverían disidentes en contra de los atenientes a causa de sus posturas que suponían una ruptura directa con los arquetipos de la religión griega, ocasionando así su exilio.
Anaxágoras sostenía al igual que Empédocles que la realidad se hallaba conformada por una multitud de elementos que constituían el génesis del mundo, no obstante, a diferencia de algunas fórmulas de pensamiento de otros filósofos, Anaxágoras denominaba a la infinitud de principios como partículas, que son el pilar creador de todo objeto existente. Estas partículas gozan de la capacidad de dividirse y conjugarse así mismas la infinidad de veces que sea posible.
Aunado a esto, Anaxágoras coloca como un principio aparte de las partículas que pone a andar a la materia, al nous, el cual provee de entendimiento y armonía al cosmos, el significado y relevancia de este concepto ha sido tema de debate para muchos autores y filósofos, sin embargo, su comprensión no parte desde el punto de vista anacrónico que lo coloca como una mente ordenada que rige la materia del mundo, sino como un término ambiguo que brinda cohesión a las cosas.
Los sofistas: Protágoras y Gorgias
Con la apertura de los sofistas en la discusión filosófica se pone el primer ladrillo entorno a la construcción del argumento relacionado a la conducta humana, a la retórica y el significado de la verdad. Atenas representó para el mundo antiguo la cuna de un sistema político democrático que se valía del uso de la palabra y la retórica como principal arma y derecho de los ciudadanos. Es debido a ello que surge la figura del sofista, aquel maestro que ilustraba a los jóvenes aristócratas a instruirse en el arte del discurso y de las proclamas incendiarias.
Los postulados de los sofistas argumentaban que la verdad era aprehensible y que esta podía ser hallada a través de la percepción del mismo individuo; sostenían que la verdad no era objetiva, y que la realidad se constituía en sus bases como una suerte de azar relativista. En donde el hombre —como dice Protágoras— era colocado en el centro como «la medida de todas las cosas».
Todo lo que es percibido por él puede ser medido y acondicionado acorde a los preceptos subjetivos de su propia opinión, en este modelo de pensamiento no hay cabida para la certeza inamovible, sino que los gustos y opiniones del individuo van trazando una realidad que solo puede ser entendida a través del orden relativo de las cosas.
La vida de Protágoras da muestra de preocupación por las cuestiones democráticas, filosóficas y legales, A pesar de haber nacido en la región de Abdera sería conocido por toda la zona de Atenas, llegando a conocer a Pericles en el apogeo de su figura en la ciudad. No obstante, el filósofo no pregonaría apoyo a ningún partido político y se mantendría concentrado en las disertaciones relativas a las cuestiones morales y políticas.
Es de conocimiento popular el episodio que protagonizaría el pensador con su discípulo Evatlo o Eulato, llamado la paradoja de Protágoras, en donde el maestro se compromete a instruir a su alumno en las artes relacionadas a la abogacía, con la condición de que este último le pagase en el momento en que ganase su primer juicio en un tribunal.
Sin embargo, el reproche de su discípulo consistiría en que de no usar sus conocimientos en un juicio, nunca tendría que pagarle a su maestro, llevando al hartazgo a su educador quien lo llevaría a tribunales. El argumento de Protágoras consistía en que si Evatlo ganaba el juicio, tendría que pagarle el costo de su educación por haber ganado su primer caso, por el contrario, si perdía de igual forma tendría que pagarle a su maestro.
Este ejemplo clásico de discusión y paradoja, rescata los postulados más destacables de los sofistas, en donde hasta el argumento más débil carente de base, puede ser defendido y fortalecido si es primeramente atravesado por la herramienta retórica de las palabras, que hacen de cada enunciado una posible pieza de la realidad que compone y sustenta al hombre
Por otra parte, el movimiento de los sofista sería el primer en desarrollar la duda como elemento central del análisis de la vida humana, siendo el caso del pensador Gorgias, el más claro ejemplo del ala más radical del relativismo, convirtiéndose en arduo defensor del concepto escéptico del mundo, en donde la duda predomina en todas las áreas de la vida común del hombre, y este hace uso de ella como un arma punzante con la cual se abre camino para encontrar la verdad de todas las cosas. Muchos estudiosos posteriores lo considerarían como el primer representante del nihilismo filosófico.
Gorgias señalaría tres fundamentos importantes en su pensamiento, el primero es el que declara nula la existencia de todas las cosas, y que de existir algo, no sería posible conocerlo, la tercera y última es que de conocerlo, sería imposible manifestarlo o comunicarlo. El pensamiento de los sofistas sentaría las bases de la discusión moral y política, que se apartaría de las fórmulas de los pensadores previos que dirigían su atención al problema del origen del mundo, abriendo camino a la figura de Sócrates que dividiría en dos la historia de la filosofía occidental.
W. K. C. Guthrie, Historia de la filosofía griega (trad. Alberto Medina González), 6 vols., Madrid, 1984-1999, I, pp. 39-40.
Alberto Bernabé (trad. y ed.), Fragmentos presocráticos: De Tales a Demócrito, Madrid, 2001, p. 17.
Rodolfo Mondolfo, El pensamiento antiguo: Historia de la filosofía greco-romana, 2 vols., Buenos Aires, 1942, I, pp. 14-15.
Ibíd., I, p. 37.
Guthrie, Historia de la filosofía griega, I, pp. 54-55.
Aristóteles, Metafísica, 983b.
Homero, Ilíada, XIV, 200, 245 y 300.
Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá (trads. y eds.), Los filósofos presocráticos, 3 vols., Madrid, 1981, I, pp. 105-107.
Ibíd., I, p. 436.
Bertrand Russell, A History of Western Philosophy, and Its Connection with Political and Social Circumstances from the Earliest Times to the Present Day, Nueva York, 1945, p. 49.
Guthrie, Historia de la filosofía griega, I, p. 19.
Muchas gracias por compartir.
Excelente resumen de la filosofía antigua. Los sofistas, a quienes se dedican las últimas partes, tienen también un importante mérito en la historia de la pedagogía: haber hecho de la educación —para derrotar a los rivales retóricamente— objeto de pago; el maestro debía ser remunerado por el oficio de enseñar. Algo, por cierto, bastante criticado por Sócrates.
Este texto no solo es una buena aproximación a los antiguos, sino una rápida manera de orientarse cronológicamente para organizar su abordaje.
Gracias.