Macario Colombo: Diálogos con el Pintor de la Locura
Entrevista a Macario Colombo, artista plástico y escultor venezolano.
Sentirse venezolano es un gran orgullo para todos nosotros.
—Macario Colombo
Macario Colombo es, sin lugar a dudas, uno de los venezolanos vivos más singulares de la Patria del Caribe. Nacido el 26 de junio de 1946, y actualmente residenciado en Barquisimeto, estado Lara, este artista de 79 años ha consagrado su vida entera a la exploración inagotable del arte. Su estilo vibrante, su persistencia a lo largo del tiempo y su profunda devoción por el oficio lo convierten en un verdadero heredero espiritual de los grandes pintores de Venezuela y del mundo. En cada lienzo que crea, en cada trazo suave de su pincel, se condensa una energía vital que da forma a paisajes exuberantes, casi oníricos. Allí, en el color y la forma, habitan visiones que él mismo ha catalogado como presencias reales, tangibles, surgidas no de una locura errática, sino de una lucidez indómita que lo guía y lo habita. Es en esa tensión entre lo invisible y lo concreto donde Macario Colombo encuentra su voz, esa que habla en lenguajes de luz, sombra y delirio.
Por esa razón decidí contactar a una de sus hijas, quien muy amablemente me concedió la oportunidad de formularle algunas preguntas a su padre. Así, con la emoción y orgullo de quien custodia una herencia vibrante, pudimos abrir una escisión a su mundo interior, en donde los símbolos —y no las palabras— dictan su reglamento. Este testimonio, más que una simple entrevista, busca ser un acto de memoria y celebración: una manera de dejar grabadas sus palabras en el tiempo y de compartir con los lectores la riqueza espiritual de uno de los más fascinantes exponentes del arte venezolano contemporáneo. Para quienes deseen adentrarse en la psique fantástica de Macario Colombo, este diálogo es una puerta abierta al misterio y a la belleza.
Las respuestas que aquí se recogen han sido objeto de un leve trabajo de curaduría, una labor de claridad y ritmo que no altera la sustancia de sus pensamientos, sino que busca hacer más nítida la voz de Macario Colombo. Porque su herencia desde El Greco a Michelena o Van Gogh, son dignas de leerse y escucharse; porque hay una locura genial en su personalidad hechizante. Como él mismo lo afirma, no se somete a dogmas ni a academias: se guía por una fe íntima, profunda, en la pintura como expresión espiritual, nunca como técnica ni mercancía. Con ojos diáfanos y un hablar emocionado, Colombo no pinta solo símbolos ni sueños, sino que traza una visión que trasciende el arte tradicional. Desde su rincón en Venezuela, su figura y su obra adquieren una dimensión mayor, una voluminosidad que no se mide en ventas y sí en la humildad de su grandioso trabajo.
¿De dónde viene usted y cómo fue su primer encuentro con la pintura?
Yo vengo del campo. Empecé a pintar en un pueblo que se llama El Paso de Baragua, uno de esos tantos pueblos que ya nadie recuerda. Mi mamá cuenta que, cuando era niño, dibujaba monos en el suelo, en medio del monte. Yo no lo recuerdo, pero eso quiere decir que lo de pintar ya venía conmigo desde siempre. Sin embargo, mi familia me advertía que no siguiera por ese camino, que si me dedicaba al arte me iba a morir de hambre.
Después nos fuimos a vivir a Carora, y fue allí donde realmente pude desarrollar más en serio la idea de pintar. En Baragua apenas era un impulso; fue en Carora donde se volvió una vocación. Claro, pintar no es tan sencillo como decir ‘voy a pintar’. Uno empieza copiando objetos, casas, calles que aparecen en los libros... y poco a poco se va abriendo el mundo del arte.
En Carora tenía tantas ganas de pintar que rayaba todas las paredes. Hasta que un día me pegaron por estarle rayando la pared a un señor. Mis primeros pinceles los fabriqué con plumas de gallina, y para pintar usaba un polvo que mezclaba con agua —no recuerdo bien cómo se llama esa pintura. Con eso hice muchos cuadros. Poco a poco la cosa fue mejorando: pude comprar pinceles, después pinturas... pero fue difícil. Muy difícil.
¿Cuándo sintió que la pintura sería el oficio de su vida?
Un sabio dijo una vez: ‘Dichoso aquel que encuentra su vocación a muy corta edad’. Y es cierto, porque es en la infancia o en la juventud cuando uno puede empezar a desarrollar el arte. Como el arte es infinito, si uno comienza muy tarde, es difícil alcanzar todo lo que se podría lograr con más tiempo. Yo tuve la suerte de empezar a los 12 o 13 años, y ahora tengo 79. He dedicado toda mi vida a esto. Claro, eso no significa que la cantidad de años te haga mejor o peor. Ahí está el ejemplo de Vincent van Gogh1, que solo pintó durante diez años y dejó una huella inmensa. Hay otros casos parecidos.
Lo que pasa es que, aunque yo soy del campo, Van Gogh vivió en un mundo muy distinto, donde podía ir al Museo del Louvre2 y ver los cuadros de los grandes maestros. Dicen que uno aprende mucho observando, y él lo hizo: estudiaba las combinaciones de colores, los estilos, las técnicas... Todo eso se le quedaba. En cambio, yo nací en un monte, en un lugar donde no había ni museos ni referencias de ese tipo. Pero, aun así, seguí.
Hoy vivo de la pintura. Vendo algunas cositas, y me siento bien, tanto espiritual como materialmente. Siempre he creído que, si uno es bueno en lo que hace, Dios lo ayuda. Él pone los materiales en el camino.
¿Quiénes han sido sus principales influencias en el arte venezolano o universal?
Hay que entender que soy un pintor autodidacta, y que siempre es necesaria alguna ayuda. Nadie es original. Pensar que uno es original es engañoso. Lo que uno tiene es un sello, un rastro que se forma por la reproducción constante de su obra, y es allí donde a uno se le reconoce cierto estilo.
Siendo autodidacta, no puedo —aunque la gente lo quiera— dar clases de pintura, porque no tengo una base académica ni experiencia europea. El arte nunca es técnico: es espiritual. Hay estilos, sí, pero yo no creo mucho en estilos ni técnicas, sino en la libertad del pintor. Cuando uno agarra un lienzo en blanco, el pintor se excita; el color tiene fuerza. Y mientras más se pinta, el color mismo es el que va dictando.
Nosotros estamos influenciados por la pintura europea. Aquí todo pintor es impresionista, como Oswaldo Vigas3, aunque él llegó hasta la abstracción, pero fue paisajista. Todos esos pintores retratan el arte que aprendieron en Europa. Y un pintor como yo, que soy autodidacta, me libero de estilos. Claro, tengo algo parecido al impresionismo, pero lo que coloco es distinto.
Yo tengo un problema con un fantasma que salió en el molino de Baragua, y eso no lo ven en Europa. Entonces, sí hay algo de originalidad, y algunos lo llaman surrealismo. Pero eso lo niego yo, porque el surrealismo4 proviene de la escuela francesa, como también el neosurrealismo. A mí, en todo caso, me gusta más el surrealismo de antes, el que estudiaba el fondo de la realidad, como lo hacía Dalí5, que fue uno de los más grandes.
Pero hubo uno que le ganó a Dalí: Jerónimo El Bosco6. Nadie lo supera en imaginación. Hay cuadros de El Bosco que nadie comprende, y en los que transmite lo que es el infierno, el paraíso, la gloria. Él era un pintor de lo que llaman metafísico, buscaba más allá de lo físico.
Pero en mi caso, yo me considero un pintor del libre pensamiento, espiritual.
Al venezolano hay que entenderlo por épocas. En tiempos de Arturo Michelena, Martín Tovar y Tovar, y Cristóbal Rojas7, a esos pintores hay que respetarlos profundamente, porque lograron cosas grandiosas en muy poco tiempo. Michelena, por ejemplo, en su corta vida, llegó a obtener un premio en París, que en aquel entonces era un reconocimiento enorme.
Si nos vamos aún más atrás, en la época colonial, aparece Juan Lovera8, uno de los grandes, acompañado por otros como Landaeta y Carranza. Aquellos pintores no conocían la pereza. Basta con ver el cuadro del 5 de julio: hay allí unas treinta o cuarenta figuras humanas retratadas en cuerpo entero. Puede que no haya una influencia directa en mí, pero sí una profunda admiración por todos ellos. Muchos no tuvieron formación académica formal, mientras que los de la generación de Michelena sí la tuvieron: viajaron a Francia, estudiaron el clasicismo con grandes maestros como Jean-Paul Laurens9.
Recuerdo una anécdota: cuando el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros10, uno de los más grandes muralistas de América, visitó Caracas y entró al Salón Elíptico, contemplando la obra de la Batalla de Carabobo11 pintada en la cúpula, exclamó: “Este es el mejor muralista de América”. Pero aquí poco se reconoce eso. ¡Y es que hay que entender el mérito de una obra así! Martín Tovar y Tovar llenó ese espacio monumental, y eso tiene un enorme valor.
Ahora se dice que cualquiera es pintor. Pero si nos remontamos al año 1400, cuando vivieron Leonardo da Vinci o Miguel Ángel, aquellos hombres diseccionaban cadáveres para estudiar anatomía, incluso psicología. ¿Tú crees que hoy un pintor haría eso? Yo conozco un poco de anatomía, pero nunca llegaría a esos extremos. Ellos lo hacían porque necesitaban comprender el cuerpo humano a fondo. Si tú observas la escultura del Rey David12 de Miguel Ángel, las venas están justo donde deben estar, no son decorativas: son conocimiento.
Después de ellos viene El Greco13, otro caso fascinante. Él llegó y desafió las reglas de proporción que había dejado Alberto Durero14, como aquella que decía que la figura humana debía medir siete cabezas de alto. El Greco dijo: ‘No, yo hago lo que quiero’, y a veces sus figuras medían diez cabezas. Pero no es que ignoraba la anatomía: la dominaba y la transformaba. Él creó otro tipo de belleza. Se cuenta que no le gustaban ni Miguel Ángel ni Rafael. Y cuando vio El Juicio Final15 de Miguel Ángel, dijo: ‘Yo habría pintado esas piernas mejor’. Eso no cayó bien en Italia, y lo expulsaron. Nunca más volvió; se fue a vivir a España. Su nombre real era Doménikos Theotokópoulos, pero le decían El Greco porque su apellido era muy difícil.
Yo admiro mucho a El Greco, porque transformó el arte clásico. Aquellos artistas pintaban con una precisión fotográfica. Eso es dificilísimo. Michelena lo logró, por ejemplo, al retratar a su esposa con un realismo impactante. Pero claro, ellos pudieron ir a Europa... y yo no fui a Europa.
¿Cómo define usted al artista?
La definición de un artista es muy compleja. En la época de Leonardo da Vinci, ser artista era también ser científico: diseccionar cadáveres, conocer anatomía, estudiar la psicología del ser humano. Leonardo observaba todo, hizo de la ciencia y el arte una sola cosa. Luego vino Durero, con sus proporciones matemáticas del cuerpo humano. Pero entonces aparece El Greco, que desafía todo eso con una nueva visión, más espiritual, más libre.
Después llegan Picasso y los pintores modernos, quienes alcanzaron una libertad absoluta. Cuando nace la fotografía, fue una herramienta útil para los pintores, porque antes había que seguir al pie de la letra las proporciones de Durero. Ya no hacía falta competir con los colosos como Leonardo, Rafael o Miguel Ángel, contra quienes era prácticamente imposible. Ahora todos pueden ser artistas, porque hay una libertad tan grande que todo entra en ese mundo: el arte moderno, el abstracto... todo.
Fíjate en Kandinsky16, por ejemplo, cuando pinta su famosa acuarela abstracta. De allí parte todo un movimiento. Luego surge Joan Miró17, y tantos otros. Y sigue siendo arte. Pero, y esto es algo muy personal, para mí el verdadero arte es el antiguo. El arte de ahora no lo siento como arte en el mismo sentido. Antes, para aprender anatomía había que rajar cadáveres, no había cámaras ni estudios digitales. Con los dibujos de Leonardo se aprendía dónde iba cada músculo, cada hueso, cada vena. Eso era arte.
Comparar el arte de hoy con obras como Laocoonte y sus hijos18, o con el David de Miguel Ángel, donde cada vena está en su sitio, donde hay un dominio del cuerpo humano casi divino... eso no se puede comparar. Son mundos diferentes, y aunque el arte moderno tiene su valor, aquel arte antiguo tenía una grandeza y una profundidad que, para mí, siguen siendo insuperables.
¿Qué representa para usted el acto de pintar?
El arte de pintar, muchos lo consideran un acto materialista, de estilo o de técnica. Yo lo considero como un acto espiritual. La pintura no tiene por qué estar atada a estilos, eso era antes. En tiempos de Da Vinci, claro, él necesitaba construir su estilo a través de la anatomía, de la psicología... pero hoy la pintura moderna ha comenzado a desviarse hacia una libertad más espiritual.
El Greco fue un maestro en eso. Fue muy importante, porque cuando él pintaba figuras alargadas, con siete o más cabezas de alto, no lo hacía midiendo con compás como mandaban los cánones antiguos, sino que dejaba salir lo que su espíritu le dictaba. Eso sí, dominando el color con maestría, y ahí está lo más difícil, lo que le dio su reputación como artista. Ese dominio se puede ver claramente en una de sus grandes obras, El Expolio de Cristo19, donde la combinación de colores es sencillamente extraordinaria. Ahí está el alma del pintor, no la técnica fría, sino la emoción viva.
¿Por qué ha elegido vivir apartado del mundo durante tantos años?
Esa pregunta es muy interesante. Una vez dije algo que sigo pensando hasta hoy: no es lo mismo estar encerrado que sentirse encerrado. Yo nunca me he sentido aislado. Me han estudiado psiquiatras, psicólogos, escritores, periodistas… y a pesar de lo que digan los especialistas, yo me siento bien aquí, en mi espacio.
Algunos decían que yo sufría de claustrofobia, pero yo prohibí esas palabras. Porque, la verdad, me siento igual de bien en el patio que adentro de la casa. Hubo hasta psiquiatras que dijeron que yo los iba a volver locos, porque no sabían cómo entender eso. Hay personas que, si las encierras, se vuelven locas. Eso sí es un problema mental. Pero yo no soy así.
Ahora, te voy a contar algo: una vez fui al mar, a El Palito, en Valencia. Y ahí sí me sentí mal. Estoy tan acostumbrado a ver paredes, a tener un límite visual, que cuando vi esa inmensidad del mar, sentí una especie de vacío. Sentí algo raro, como si la profundidad me enfermara. Alguna vez lo dije: la profundidad me enferma. Eso quiere decir que sí tengo mis problemas, ¿y quién no tiene problemas? Yo tengo problemas, tal vez eso de aislarse, pero entonces tengo un arte que no permite que esté aislado. Hace poco vino una cantidad enorme de gente, llenaron todo esto, y ahí entendí, de nuevo, que no estoy aislado. El arte me conecta, y eso basta.
¿Qué temas o búsquedas han guiado su obra a lo largo del tiempo?
Yo ya he dicho que el arte no es técnico. La técnica es hacer un avión, un carro… pero el arte es otra cosa. Cuando uno empieza un cuadro, nunca sabe en qué va a terminar. Eso sí pasaba antes, con los pintores de otras épocas, porque cada tiempo tenía su estilo, su técnica precisa. Ellos sabían cómo iba a lucir la obra desde el inicio, porque dominaban la anatomía, la perspectiva, la psicología visual, todo eso.
Pero nosotros ya no estamos en eso. Nosotros somos pintores libres. El arte ahora no necesita seguir fórmulas.
Yo he aprendido lo que significa la hermenéutica20: el arte ya no debe ser interpretado de una sola manera. Por eso, ya no le pongo nombre a mis cuadros. Dejo que el espectador lo haga. ¿Para qué dogmatizarlo? Si le pongo un nombre, ya lo estoy condicionando, lo estoy encerrando en una sola idea, y eso va en contra del espíritu mismo del arte. Antes yo no lo entendía, pero ahora sí. Ahora lo comprendo: hay que evitar que el arte se mecanice.
¿Existe alguna pintura suya que considere esencial o que lo represente especialmente?
Ahí vuelvo yo a la hermenéutica. Yo dejo que sea el público quien diga lo que significa una pintura. Porque si yo mismo me pongo a calificar mis cuadros, no quedo bien con el pueblo. El pueblo es el que manda. La hermenéutica es fundamental en el arte, pero pocos la aplican. Hay pintores que van a exposiciones y se la pasan diciendo tonterías sobre su obra, pero ¿quién va a hablar por esas obras cuando ellos mueran? Por eso hay que quedarse quieto, dejar que la gente diga lo que quiera decir. El que le va a poner nombre a los cuadros es el pueblo, el que los va a interpretar es el pueblo, y eso es lo que yo ahora valoro: darles libertad.
Antes yo no permitía esa libertad, pero he entendido que no se puede uno quedar en lo que a uno mismo le gusta. No niego que hay cuadros míos que me han gustado mucho, pero si me quedo en eso, me estanco. No puedo quedarme en un cuadro solo porque me gustó. El mejor cuadro, si me preguntas, es el que todavía no he pintado, ese que está en la mente, y tal vez me muera sin hacerlo. Porque el arte es así, infinito.
Ya lo dijo el gran escritor portugués José Saramago21: 'el arte es infinito, como un camino, uno va caminando y el camino sigue más allá… y uno muere, pero el camino continúa'. Eso es el arte. Yo moriré, pero ¿cuántos cuadros quedarán en mi cerebro? Como les pasa también a los músicos, a los poetas…
¿Cree que el arte cumple una función en la vida del hombre? ¿Cuál sería?
Claro que sí. Piensa que las pinturas rupestres de hace 20.000 años son herencias de esa comunicación profunda del hombre con el mundo. Esa es una función importantísima del arte: dejar testimonio. Esas figuras quedaron allí como un mensaje para los hombres del futuro, una forma de decir 'existimos'. Y fíjate, en Australia han encontrado piezas aún más antiguas, de hace 40.000 años. Desde entonces, el hombre ha estado hablando con el porvenir, dejando rastros. Yo, como pintor, siento que también estoy cumpliendo una función cultural. Aquí me han visitado psicólogos, escritores, periodistas, políticos… y eso me dice que hay algo que comunicar. Uno pinta y queda algo allí, un testimonio que quizá un día alguien encuentre y lo entienda, o no, pero lo importante es que ahí está. Porque, como dijimos, el arte no se acaba: el camino sigue.
¿Qué le diría a un joven artista que comienza hoy su camino en Venezuela?
El consejo es: no lo hagas con el fin de ser famoso ni de ser rico, sino que ame el arte como medio de comunicación. Hay quienes lo hacen con ese fin. Yo aconsejo el arte puro: hacer arte sin ningún fin como pasar a la Historia, ser el mejor o querer ganarle al otro, llevárselo por delante, decir que él es mejor haciéndose publicidad falsa. Eso no lo hace un verdadero pintor.
El pintor debe ser, primero: humilde. La altanería y pedantería no sirve para el arte. El arte exige gente humilde y tranquila. Ahí recuerdo yo a Alirio Díaz, el más grande guitarrista del mundo, caroreño. Yo lo vi tocando y me sorprendió su humildad, a pesar de su recorrido por todo el mundo. Y nunca le escuché grosería alguna ni ningún elogio egoísta. Todavía sigue siendo el primer guitarrista del mundo.
Alirio Díaz22 puede ser tomado como un ejemplo para todos los artistas, que hagan su arte con un fin de humildad y de sencillez.
¿Qué es Venezuela?
Nosotros vivimos en un país con una historia muy singular, comenzando por nuestros héroes de la Independencia. Podría hablarte, al menos, de uno de los grandes formadores de esta nación: el Libertador Simón Bolívar23, quien no solo libertó a Venezuela, sino también a otras naciones. Este es un país de gloria extraordinaria, lleno de grandes riquezas. Venezuela llegó a tener un lugar importante en el mundo gracias al petróleo, por ejemplo. Tenemos mar, costa, desierto; es decir, un país verdaderamente privilegiado por la naturaleza. Aquí se encuentra también el salto de agua más alto del mundo, el Salto Ángel, o Churún Merú, como lo llaman los pueblos originarios24.
Vivimos en un país de esas glorias, y ellas nos hacen entender que tenemos una cultura desarrollada, expresada en figuras como Andrés Bello25, quien fue fundador de la Universidad de Chile. Él elaboró la gramática que aún se utiliza en muchas partes de Hispanoamérica.
Contamos con grandes escritores, pintores, músicos. En la pintura, Jesús Rafael Soto26 y Carlos Cruz-Diez27 han sido de los más destacados en los últimos tiempos. En la poesía tenemos a uno de los grandes, del que poco se habla: Ramos Sucre28, descendiente de Antonio José de Sucre29, uno de los líderes que acompañó a Bolívar. Su poesía es compleja, no es como la de Andrés Eloy30 —a quien respeto profundamente—, pero Ramos Sucre llegó a otro nivel. Hablaba, al menos, seis idiomas. Dominaba el griego antiguo y el moderno, porque decía que para entender a Homero31 había que aprender las dos fases del idioma. También hablaba latín. Con el tiempo, empezó a perder la razón y se suicidó. Pero su obra es una gloria de nuestra literatura.
En la música tenemos a Teresa Carreño32, quien llegó a tocar para Abraham Lincoln33 cuando era apenas una niña. En ese momento, ni siquiera sabía quién era Lincoln. Al sentarse al piano, notó con su oído de artista que estaba desafinado y se molestó. Fue entonces cuando el propio Lincoln se le acercó y le pidió que tocara igual, porque le gustaba su música. Esta anécdota habla de una mujer trotamundos, aunque también fue una figura compleja. Se casó varias veces, abandonó a su hija —a quien después dedicaría el vals “Teresita”—, e impuso la condición de no volver a verla. Quizás eso la afectó profundamente en su vejez, cuando finalmente se reencontraron. A pesar de sus sombras, fue uno de los grandes valores de la música venezolana.
También está Alirio Díaz, nacido en Carora, en un pequeño pueblo llamado La Candelaria. Alirio llegó a ser respetado en todo el mundo como “la primera guitarra del mundo”. Otro gran músico fue Rodrigo Riera34, entre muchos otros. Ya hemos mencionado poetas como Ramos Sucre, a quien admiro profundamente.
Pero, de todos los hombres de nuestra historia, a quien más admiro es, tal vez, a Simón Bolívar. Fue un hombre desprendido, que no buscó, como Napoleón35, la fama vana, sino la libertad de nuestros pueblos del yugo español, y lo logró. No lo hizo solo: lo acompañaban Sucre, Páez, Santander, y otros grandes líderes36. Aunque luego algunos intentaron matarlo, movidos por la envidia ante su grandeza. Por eso, con Bolívar, te sello esta respuesta sobre lo que es Venezuela.
¿Qué significa ser venezolano?
Sentirse venezolano es un gran orgullo para todos nosotros. Hemos sido, incluso, un país relativamente pacífico después del siglo de la Independencia. Un país de grandes riquezas, admirable en todo el mundo. Un país que ha dado grandes valores, como ya mencioné: Andrés Bello, quien fundó la Universidad de Chile. Allí está su estatua, él, un caraqueño. Ser venezolano debe llenar de orgullo a todos los venezolanos.
Tenemos fama de ser gente honrada, trabajadora, con la capacidad de enfrentarse a todos los problemas que ha atravesado Venezuela. Y, a pesar de todo, sigue siendo un país de personas extraordinarias, de grandes valores espirituales, con presencia en la pintura, en la música, en el teatro, en la danza. Hemos tenido también a Yolanda Moreno37, quien ha viajado por todo el mundo llevando consigo la danza venezolana, todas nuestras danzas nacionalistas.
En fin, todo lo que te digo creo que es suficiente para afirmar, con certeza, que uno se siente orgulloso de ser venezolano.
Vincent van Gogh (1853–1890): Pintor neerlandés, figura central del postimpresionismo. Su obra, marcada por un trazo vigoroso, una paleta intensa y una profunda carga emocional, influenció decisivamente el arte moderno. Aunque en vida vendió escasamente sus cuadros, tras su muerte fue reconocido como uno de los grandes genios de la pintura occidental. Entre sus obras más emblemáticas se encuentran La noche estrellada y Los girasoles. Su vida, atravesada por la pobreza, la enfermedad mental y la soledad, es hoy símbolo del artista atormentado y visionario.
Museo del Louvre: Institución emblemática del arte occidental ubicada en París, Francia. Antiguo palacio real convertido en museo en 1793 durante la Revolución Francesa, alberga una de las colecciones más vastas y prestigiosas del mundo, que abarca desde antigüedades egipcias y mesopotámicas hasta obras maestras del Renacimiento y la modernidad. Entre sus piezas más famosas destacan La Gioconda de Leonardo da Vinci, La libertad guiando al pueblo de Delacroix y La Venus de Milo. Para artistas como Van Gogh, visitar el Louvre representaba una formación visual esencial, al contemplar directamente a los grandes maestros.
Oswaldo Vigas: Pintor y muralista venezolano (1923–2014), conocido por una obra que fusiona elementos del arte precolombino, la mitología indígena y la modernidad pictórica. Su estilo osciló entre el cubismo, el expresionismo y la abstracción, aunque siempre conservó un fuerte vínculo con lo simbólico y lo telúrico venezolano. Vigas fue contemporáneo del auge del arte moderno latinoamericano y expuso en importantes galerías del mundo. Su pintura, a menudo enraizada en lo mágico y lo ancestral, buscó una identidad visual propia frente a la influencia europea dominante.
Surrealismo: Movimiento artístico y literario surgido en Francia en la década de 1920, impulsado por André Breton, que buscaba liberar la expresión del inconsciente, los sueños y los impulsos irracionales. Inspirado en el psicoanálisis de Freud, el surrealismo rompía con la lógica racional y proponía una realidad más profunda y misteriosa, donde lo onírico, lo simbólico y lo fantástico cobraban protagonismo. En pintura, fue representado por figuras como Salvador Dalí, Max Ernst y René Magritte, quienes exploraron mundos imaginarios con precisión técnica y desbordante imaginación. El surrealismo se propuso trascender el arte como simple representación para convertirlo en una vía de conocimiento interior y de subversión espiritual.
Salvador Dalí (1904–1989): Pintor, escultor y escritor español, una de las figuras más emblemáticas del surrealismo. Nacido en Figueres, Cataluña, Dalí desarrolló una estética marcada por lo onírico, lo simbólico y lo irracional, profundamente influenciada por el psicoanálisis de Freud. Su estilo técnico, meticuloso y realista contrastaba con los temas fantásticos y perturbadores que representaba, como relojes derretidos, paisajes desérticos y figuras antropomórficas. Cultivó una personalidad excéntrica y teatral, convirtiéndose en un ícono cultural más allá de la pintura. Obras como La persistencia de la memoria o El gran masturbador lo consagraron como maestro del inconsciente y visionario de lo metafísico.
El Bosco (c. 1450–1516): Nombre con el que se conoce a Hieronymus Bosch, pintor neerlandés del Renacimiento cuya obra se caracteriza por una imaginación desbordante, visiones fantásticas y un simbolismo profundo que aún hoy genera múltiples interpretaciones. Fue un pionero de lo que luego se llamaría pintura metafísica, centrado en los misterios del alma, el pecado y la redención. Su estilo escapa a los cánones de su época, explorando escenas del infierno, la gloria y el juicio con un lenguaje visual que mezcla lo grotesco con lo sublime. Su obra más célebre, El jardín de las delicias, es considerada una de las manifestaciones más poderosas del subconsciente en la historia del arte occidental.
Arturo Michelena (1863–1898): Pintor venezolano de la generación academicista del siglo XIX, considerado uno de los más importantes artistas del país. Formado en París bajo la influencia del clasicismo francés, logró reconocimiento internacional por obras de gran formato y dramatismo histórico, como Miranda en La Carraca o La vara rota. Su estilo virtuoso combinó el dibujo preciso con una expresiva teatralidad romántica.
Martín Tovar y Tovar (1827–1902): Pintor caraqueño, pionero del retrato oficial y de la pintura histórica en Venezuela. Fue el autor de obras monumentales como La Batalla de Carabobo, que decora la cúpula del Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo. Estudió en París, donde asimiló la tradición académica europea, y dejó un legado visual que fundó la iconografía republicana venezolana.
Cristóbal Rojas (1857–1890): Figura destacada del realismo social en la pintura venezolana. Su obra, marcada por una profunda sensibilidad humana, abordó temas como la enfermedad, la pobreza y la muerte. Fue becado para estudiar en Francia, donde su talento maduró en contacto con las corrientes realistas e impresionistas. Pinturas como La miseria y La muerte de Girardot en Bárbula reflejan un dramatismo emocional único en el arte nacional.
Juan Lovera (1776–1841): Fue uno de los primeros grandes pintores venezolanos del período de transición entre la colonia y la república. Autodidacta, retratista y cronista visual de su tiempo, dejó valiosos registros pictóricos de las figuras protagonistas de la independencia venezolana, como Simón Bolívar, José Antonio Páez y otros próceres. Su obra más célebre es El 5 de julio de 1811, donde representó con meticuloso detalle y realismo histórico la firma del acta de independencia. Lovera es considerado un puente entre el arte colonial y el republicano, y uno de los pioneros de la pintura histórica en Venezuela.
Jean-Paul Laurens (1838–1921): Pintor, escultor y maestro francés, reconocido como uno de los últimos grandes representantes del academicismo histórico en la pintura europea del siglo XIX. Fue célebre por sus escenas de fuerte contenido dramático y moral, inspiradas en episodios históricos y religiosos. Como profesor en la prestigiosa Académie Julian de París, ejerció gran influencia sobre artistas latinoamericanos formados en Francia, como Arturo Michelena y Cristóbal Rojas. Su rigurosa enseñanza en dibujo, composición y narrativa visual dejó una profunda huella en la escuela pictórica hispanoamericana del siglo.
David Alfaro Siqueiros (1896–1974): Fue un destacado pintor y muralista mexicano, figura central del muralismo junto a Diego Rivera y José Clemente Orozco. Comprometido políticamente, Siqueiros integró en su obra una fuerte carga ideológica de izquierdas, exaltando luchas sociales, trabajadores y escenas revolucionarias. Su estilo se caracterizó por el dinamismo, el uso de perspectivas dramáticas y una experimentación técnica que incorporaba materiales industriales. Viajó a diversos países y en una visita a Caracas elogió la obra mural de Martín Tovar y Tovar en el Salón Elíptico, reconociendo su valor artístico a nivel continental.
La Batalla de Carabobo, de Martín Tovar y Tovar: Es una de las obras más emblemáticas de la pintura histórica venezolana, realizada por el maestro Martín Tovar y Tovar entre 1883 y 1887. Encargada para decorar el techo del Salón Elíptico del Capitolio Federal en Caracas, representa la escena culminante de la batalla homónima librada el 24 de junio de 1821, decisiva para la independencia de Venezuela. La composición, de grandes dimensiones, destaca por su dramatismo, detallismo académico y equilibrio visual. En ella se retratan con precisión tanto los personajes históricos como los elementos simbólicos de la gesta heroica, consolidando a Tovar y Tovar como el gran cronista pictórico de la epopeya nacional.
El David de Miguel Ángel: Esculpido entre 1501 y 1504 por Miguel Ángel Buonarroti, esta estatua de mármol es una de las cumbres del Renacimiento italiano y de la escultura occidental. Representa al joven rey bíblico David en el instante previo a enfrentar a Goliat, capturado con una tensión contenida, mirada fija y musculatura idealizada. Con sus 5,17 metros de altura, fue concebido originalmente para decorar la Catedral de Florencia, pero su perfección llevó a ubicarla en la Plaza de la Señoría, frente al Palacio Vecchio. Hoy se conserva en la Galería de la Academia de Florencia. La obra es célebre por su dominio anatómico, su carga simbólica de libertad y república, y por la maestría con que Miguel Ángel conjuga belleza, fuerza y espiritualidad en el mármol.
El Greco: Nombre con el que se conoce a Doménikos Theotokópoulos (1541–1614), pintor, escultor y arquitecto nacido en Creta, entonces parte del Imperio veneciano. Su formación inicial fue bizantina, pero luego se trasladó a Venecia y Roma, donde absorbió influencias del Renacimiento italiano, particularmente de Tiziano. Finalmente se estableció en Toledo, España, donde desarrolló un estilo profundamente personal, marcado por figuras alargadas, dramatismo espiritual, expresividad cromática y composiciones visionarias. El Greco rompió con los cánones clásicos de proporción y perspectiva para expresar la intensidad mística y la trascendencia. Entre sus obras más conocidas están El entierro del conde de Orgaz y El expolio de Cristo. Fue incomprendido por siglos, pero hoy se le considera un precursor del expresionismo moderno y un artista fundamental del manierismo.
Alberto Durero (1471–1528): Pintor, grabador y teórico del arte alemán del Renacimiento. Fue una figura clave en la difusión de las ideas renacentistas en Europa del Norte, y destacó por su dominio del dibujo, el grabado en madera y metal, así como por su profundo interés en las proporciones humanas, la geometría y la perspectiva. Durero escribió tratados sobre teoría del arte, como Tratado de la proporción humana y Manual de medición, en los que estableció cánones matemáticos para representar el cuerpo humano, influenciando generaciones de artistas. Su estilo combinó la precisión nórdica con la monumentalidad italiana, y entre sus obras más célebres se encuentran El caballero, la muerte y el diablo, San Jerónimo en su celda y sus autorretratos. Fue admirado por contemporáneos como Rafael y Leonardo, y dejó una huella profunda en la historia del arte europeo.
El Juicio Final de Miguel Ángel: Es uno de los frescos más célebres del arte occidental, pintado por Miguel Ángel Buonarroti entre 1536 y 1541 en la pared del altar de la Capilla Sixtina en el Vaticano. La obra representa la segunda venida de Cristo y el juicio de las almas, con una composición abrumadora de más de 300 figuras en movimiento dramático. Cristo aparece en el centro como juez, rodeado de santos, mártires y vírgenes, mientras que los condenados son arrastrados al infierno por demonios, y los salvos ascienden hacia la gloria celestial. Esta obra marcó una ruptura con el equilibrio clásico del Renacimiento alto, reflejando el drama espiritual y la tensión de la época posterior al saqueo de Roma (1527). La anatomía poderosa, el uso del claroscuro y la expresividad de los cuerpos son testimonio del genio plástico de Miguel Ángel, y han sido objeto de admiración, crítica y análisis teológico desde su creación.
Wassily Kandinsky (1866–1944): Pintor ruso y teórico del arte, considerado uno de los pioneros del arte abstracto en Occidente. Formado en derecho y economía antes de entregarse plenamente a la pintura, Kandinsky desarrolló una profunda visión espiritual del arte. Su obra se caracteriza por el uso del color y la forma como vehículos de expresión interior, más allá de la representación figurativa. Su famosa Acuarela abstracta de 1910 es frecuentemente citada como la primera pintura abstracta de la historia. Fue miembro activo de movimientos vanguardistas como Der Blaue Reiter (El Jinete Azul) en Alemania, y posteriormente docente en la Bauhaus. Su pensamiento fue influenciado por la música, especialmente la de Wagner y Schönberg, lo cual lo llevó a concebir sus cuadros como composiciones visuales con ritmos, armonías y disonancias. En su libro De lo espiritual en el arte (1911), Kandinsky planteó que el arte debía elevar el alma y que el artista era un profeta interior, guiado por la intuición más que por reglas externas.
Joan Miró (1893–1983) fue un pintor, escultor y ceramista catalán, una de las figuras más influyentes del arte moderno del siglo XX. Asociado al surrealismo, su estilo se caracteriza por el uso de formas orgánicas, símbolos oníricos y colores vivos, buscando una expresión libre, casi infantil, que rompiera con los cánones tradicionales del arte académico. Aunque rechazaba ser encasillado en un movimiento específico, su obra dialoga con la abstracción y el automatismo psíquico. Miró creía en el arte como un acto poético y subversivo, y su trabajo influyó notablemente en generaciones posteriores de artistas contemporáneos.
Laocoonte y sus hijos: Escultura helenística de origen griego, atribuida a Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas, datada en el siglo I a.C. Representa de manera dramática al sacerdote troyano Laocoonte y a sus dos hijos siendo atacados por serpientes marinas enviadas por los dioses, castigo por haber intentado advertir a su pueblo sobre el engaño del caballo de Troya. Redescubierta en Roma en 1506 y admirada por artistas del Renacimiento como Miguel Ángel, esta obra es célebre por su expresividad, su dinamismo anatómico y la tensión emocional de las figuras, elevándose como uno de los máximos ejemplos de la escultura clásica. Ha sido interpretada como una síntesis de sufrimiento heroico, destino trágico y poder narrativo del mármol.
El Expolio de Cristo: Obra maestra del pintor Doménikos Theotokópoulos, conocido como El Greco, realizada hacia 1577 para la sacristía de la Catedral de Toledo. Representa el momento previo a la crucifixión en que Cristo es despojado de sus vestiduras. La pintura destaca por la expresividad de los rostros, la verticalidad de las figuras y el uso dramático del color, que rompe con los cánones clásicos del Renacimiento. El Greco introduce aquí una audaz disposición espacial y una intensidad cromática que anticipan el manierismo y el expresionismo moderno. La figura de Cristo, serena y central, contrasta con la violencia y confusión que lo rodean, reafirmando la dimensión espiritual y mística del artista.
La hermenéutica de Colombo no es académica, sino intuitiva, popular, afectiva y profundamente libre. Es una hermenéutica sin método, donde la obra no se explica, sino que se ofrece como campo de resonancia para el alma del espectador. Y eso lo convierte no solo en pintor, sino en un pensador genuino del acto artístico.
José Saramago (1922–2010) fue un escritor, novelista y ensayista portugués, Premio Nobel de Literatura en 1998. Con una prosa distintiva, marcada por frases largas, escasa puntuación y un tono reflexivo, sus obras exploran con profundidad las dimensiones éticas, políticas y metafísicas del ser humano. Entre sus novelas más reconocidas se encuentran Ensayo sobre la ceguera, El Evangelio según Jesucristo y La balsa de piedra. Saramago abordó el arte como una forma de pensamiento y de resistencia, y defendió la idea de que el arte —como la vida misma— es un camino inacabado, en permanente construcción, más allá de la muerte del autor.
Alirio Díaz (1923–2016) fue un guitarrista, compositor e investigador musical venezolano, considerado uno de los más grandes intérpretes de guitarra clásica del siglo XX. Nacido en Carora, estado Lara, su virtuosismo lo llevó a estudiar en Europa, donde fue discípulo del célebre Andrés Segovia. Su carrera lo consolidó como concertista internacional, difundiendo tanto la música académica como el repertorio popular venezolano. A pesar de su prestigio mundial, Díaz fue admirado por su humildad y sencillez, valores que, para muchos artistas, como Macario Colombo, lo convierten en un ejemplo de ética y autenticidad en el arte.
Simón Bolívar (1783–1830) fue un militar y estadista caraqueño cuya figura encarna el ideal emancipador de la América hispana. Conocido como El Libertador, lideró la independencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, y soñó con una América unida, fuerte y republicana. Su genio político y militar estuvo acompañado por un pensamiento filosófico profundo, influido por la Ilustración, pero también por una sensibilidad histórica que lo llevó a comprender las particularidades del continente. Para artistas como Macario Colombo, Bolívar representa el ejemplo supremo de desprendimiento, ya que no buscó coronas ni glorias personales, sino la libertad de los pueblos americanos frente al absolutismo colonial.
Salto Ángel, también conocido en lengua pemón como Kerepakupai Merú, es la cascada más alta del mundo, con una caída ininterrumpida de 979 metros desde el Auyantepui, en el Parque Nacional Canaima, estado Bolívar, Venezuela. Descubierto oficialmente para el mundo occidental en 1933 por el aviador estadounidense Jimmy Angel, su nombre rinde homenaje a este piloto. El Salto Ángel no es solo una maravilla geográfica, sino también un símbolo de la majestuosidad natural venezolana. Para voces como la de Macario Colombo, representa una de las glorias físicas del país, una expresión sublime de la riqueza y diversidad del territorio nacional que contribuye a formar el orgullo de ser venezolano.
Andrés Bello (1781–1865) fue un humanista, filólogo, educador y jurista nacido en Caracas, considerado una de las figuras intelectuales más influyentes de Hispanoamérica en el siglo XIX. Participó en la formación republicana de Chile, país donde fundó y fue el primer rector de la Universidad de Chile en 1842. Su obra más conocida, la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847), marcó un hito en la identidad lingüística de América Latina. Bello combinó su genio con un profundo sentido de orden y civismo, lo que lo convierte en un emblema de la formación cultural y política del continente. Para Macario Colombo, su nombre es testimonio de que Venezuela ha dado no solo héroes, sino también grandes hombres de pensamiento.
Jesús Rafael Soto (1923–2005) fue un artista plástico venezolano, pionero del arte cinético y óptico, cuya obra revolucionó la percepción del movimiento en el arte moderno. Nacido en Ciudad Bolívar, su formación en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas y luego en París le permitió desarrollar un lenguaje visual basado en la vibración óptica, la interacción con el espectador y la desmaterialización de la forma. Obras como sus "penetrables" —estructuras participativas— y sus instalaciones en museos y espacios públicos de todo el mundo lo consagraron como una figura clave del arte contemporáneo.
Carlos Cruz-Diez (1923–2019) fue un artista plástico venezolano, considerado una de las figuras fundamentales del arte óptico y cinético del siglo XX. Nacido en Caracas, su obra investigó de forma rigurosa la autonomía del color como fenómeno en el espacio y en el tiempo, logrando que éste dejara de ser un complemento para convertirse en protagonista de la experiencia estética. Su trabajo está presente en los más importantes museos del mundo y en numerosos espacios urbanos, como el icónico piso cromático del Aeropuerto de Maiquetía.
José Antonio Ramos Sucre (1890–1930) fue un poeta, diplomático, filólogo y traductor venezolano, cuya obra ocupa un lugar singular en la literatura hispanoamericana por su lenguaje erudito, tono melancólico y profunda complejidad estilística. Nacido en Cumaná, descendía de Antonio José de Sucre, y fue políglota: dominaba el griego antiguo y moderno, el latín, el alemán, el inglés, el francés y el italiano. Su obra poética, breve pero intensa —como La torre de Timón o El cielo de esmalte— combina imágenes oníricas con referencias mitológicas, filosóficas y religiosas. Para Macario Colombo, Ramos Sucre representa el vértice más alto y enigmático de la poesía venezolana: un genio incomprendido cuya soledad y sensibilidad lo condujeron al suicidio, pero también a la eternidad literaria.
Antonio José de Sucre (1795–1830) fue uno de los más brillantes líderes militares y políticos de la independencia hispanoamericana. Nacido en Cumaná, Venezuela, fue el más cercano colaborador de Simón Bolívar, con quien compartió ideales republicanos y la visión de una América unida. Se destacó como estratega en batallas decisivas, siendo la más notable la de Ayacucho (1824), que selló la independencia del Perú y de toda Sudamérica del dominio español. Sucre fue el primer presidente de Bolivia, donde intentó instaurar un modelo republicano justo y moderno. Su temprana muerte por asesinato truncó una carrera prometedora.
Andrés Eloy Blanco (1896–1955) fue un poeta, ensayista, orador y político venezolano, reconocido tanto por su talento literario como por su compromiso con los susodichos proyectos democráticos. Nacido en Cumaná, se convirtió en una de las voces líricas más queridas del país, combinando humor, ternura y crítica social en versos accesibles y emotivos. Su obra más conocida, Angelitos Negros, fue adaptada y musicalizada, convirtiéndose en un símbolo contra el racismo. A diferencia de poetas más herméticos como Ramos Sucre, su estilo buscó siempre una conexión directa con el pueblo. Para Macario Colombo, Blanco representa un tipo de poeta popular, profundamente humano, aunque no dotado del rigor intelectual que admiraba en otros autores.
Homero es el legendario poeta griego a quien se le atribuyen las dos grandes epopeyas fundacionales de la literatura occidental: La Ilíada y La Odisea, compuestas probablemente en el siglo VIII a. C. Aunque su existencia histórica ha sido debatida, su influencia es indiscutible en la formación del pensamiento clásico y la estética heroica. Su lenguaje poético, su uso del hexámetro dactílico y su construcción simbólica de la guerra, el viaje y el destino lo han convertido en un pilar de la tradición literaria. Para Macario Colombo, Homero representa la cumbre del saber poético antiguo, tan profundo que Ramos Sucre, en su afán de comprenderlo, estudió tanto el griego antiguo como el moderno, entendiendo que para penetrar su espíritu había que dominar cada una de las fases de su lengua.
Teresa Carreño (1853–1917) fue una pianista, compositora y directora de orquesta venezolana, considerada una de las más prodigiosas artistas del siglo XIX. Nacida en Caracas, fue una niña prodigio que debutó en Nueva York a los ocho años y tocó para Abraham Lincoln durante la Guerra de Secesión. Su talento la llevó a presentarse en los principales teatros de Europa y América, compartiendo escenarios con los más destacados músicos de su tiempo. Más allá de su virtuosismo, fue una mujer de carácter fuerte y vida intensa, cuya complejidad emocional se reflejaba en su música. Para Macario Colombo, Teresa Carreño encarna la genialidad y el desarraigo: una trotamundos, excéntrica y apasionada, cuya vida turbulenta —marcada por varios matrimonios, una hija abandonada y un alma errante— no impidió que dejara una huella luminosa en la historia musical del continente.
Abraham Lincoln (1809–1865) fue el decimosexto presidente de los Estados Unidos y uno de los líderes más emblemáticos de la historia occidental. Proveniente de orígenes humildes, se convirtió en símbolo de la autodeterminación y la integridad política. Lideró a su nación durante la Guerra Civil estadounidense y fue el artífice de la abolición de la esclavitud con la Proclamación de Emancipación de 1863. Su figura ha sido venerada por representar los valores republicanos y humanistas, y su trágico asesinato en 1865 consolidó su legado. En el imaginario artístico venezolano, como recuerda Macario Colombo, Lincoln queda vinculado anecdóticamente a Teresa Carreño, a quien escuchó tocar el piano siendo ella una niña, lo que representa un cruce simbólico entre la política emancipadora y la genialidad musical del continente americano.
Rodrigo Riera (1923–1999) fue un guitarrista, compositor y pedagogo venezolano, ampliamente reconocido por su aporte al repertorio guitarrístico latinoamericano. Nacido en Carora, estado Lara, al igual que Alirio Díaz —con quien compartió estudios y escenarios—, Riera fue un profundo conocedor de la música popular venezolana, que integró con maestría al lenguaje clásico. Su obra se distingue por el lirismo, la raíz folklórica y la refinada técnica compositiva. Además de su carrera como concertista internacional, dedicó gran parte de su vida a la docencia, formando generaciones de guitarristas en Venezuela y fuera de ella.
Napoleón Bonaparte (1769–1821) fue un militar y estadista francés, figura central de la historia europea y mundial entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Surgido del caos de la Revolución Francesa, ascendió al poder como Primer Cónsul en 1799 y luego se proclamó Emperador de los franceses en 1804. Genio militar, reformador del Estado y símbolo del cesarismo moderno, Napoleón extendió su influencia por toda Europa, imponiendo el Código Napoleónico y una visión centralizada del poder. Para Macario Colombo, su figura contrasta con la de Bolívar, pues mientras el corso buscó consolidar una gloria personal y dinástica, el Libertador se dedicó, según su visión, a emancipar a los pueblos sin ambiciones imperiales.
José Antonio Páez (1790–1873) fue un caudillo, militar y político venezolano, figura clave de la independencia de Venezuela y uno de los principales aliados de Simón Bolívar durante las guerras de emancipación. Comandó a los llaneros en importantes batallas y fue presidente de Venezuela en varias ocasiones durante el siglo XIX. Aunque comenzó como fiel bolivariano, posteriormente lideró movimientos separatistas que alejaron a Venezuela de la Gran Colombia.
Francisco de Paula Santander (1792–1840) fue un militar y político colombiano, considerado junto a Bolívar uno de los grandes libertadores de Nueva Granada. Tuvo un papel destacado en la administración civil y en la organización institucional de la Gran Colombia. Tras desavenencias ideológicas con Bolívar, se convirtió en uno de sus principales adversarios políticos.
Yolanda Moreno (n. 1937) es una destacada bailarina, coreógrafa y promotora cultural venezolana, conocida por su labor en la difusión y preservación del folclore nacional. Fundadora de la Compañía Nacional de Danzas Venezuela, ha llevado las danzas tradicionales del país a escenarios internacionales, convirtiéndose en un símbolo del nacionalismo cultural y la identidad venezolana.
Magistral y conmovedora entrevista con uno de esos genios que vale la pena rescatar, destacar y permitirnos admirar.
Un personaje singular, fascinante, demostración de esa genial locura reservada en algunos hombres, y encantado de que comparta nacionalidad venezolana. Un testimonio invaluable.