Uslar Pietri y la educación para la democracia
Ensayo sobre Arturo Uslar Pietri y su labor educativa en el contexto de la transición postgomecista y la democracia.

Un nombre de muchos hombres
Arturo Uslar Pietri, quien muriese a sus 94 años en la gran urbe que lo vio nacer, Caracas, la otrora «ciudad de los techos rojos»; fue un hombre el cual es imposible de catalogar negativamente: su legado se encuentra imborrable, intachable, en la historia nacional e internacional. Una persona caracterizada por una actitud de constante búsqueda, entregado completamente a una especie de deseo –en sentido lacaniano– de enriquecerse intelectualmente, pues para su espíritu insatisfecho siempre fue menester aprender cada día un poco más. Además de eso, junto a su infinito camino de florecimiento interior, lo acompañaba una también imperiosa necesidad de educar, de ayudar a cultivar al otro, inspirado en el canon robinsoniano de «enseñar las jentes á vivir».1 Una especie de misionero laico, buscando difundir aquel país prometido por los héroes, las hazañas y la gran familia de pensadores que, como él, formaron parte de la «orden de los predicadores de la salvación del país».2 Los que, con los ojos puestos en el país ideal y sintiéndose en inconformidad con el país real, alzaron la voz para enfrentarse a los poderosos, los tradicionales, los indiferentes; los hombres del país real.3
Fue esta imperiosa necesidad la que lo orilló a no sólo destacarse con gran talento en las letras –cultivando la novela, el cuento, la poesía y aun el teatro–, siendo partícipe y primera lanza de un movimiento que acabaría por revolucionar y transformar las letras de Venezuela y de Hispanoamérica, todo esto en su juventud; sino también a convertirse en intelectual, educador y político –en el sentido griego de la palabra– de profesión y vocación. Estas dos últimas, las más importantes, fueron sin duda las menos sencillas, pues implican un conocimiento profundo de la naturaleza humana, y sobre todo, de la virtud, convirtiéndose entonces en un arquitecto del orden social, en el médico que buscaba sanar el alma colectiva de una Venezuela en muletas.
En cada una de las inclinaciones de su espíritu, sea la literaria, la intelectual, la educadora y la política, se expresaron los valores e ideales de su persona, con diferentes perspectivas. Cada una de sus manifestaciones es inseparable la una de la otra, porque cada una de ellas se da como una constante residual de un todo; cada una de sus profesiones es el resultado de un microcosmos que se iba expandiendo más y más, nunca inmutable, como queriendo abarcar toda la sabiduría del universo en el suyo propio, diminuto, y resuelto a entregar lo fundamental de su ser en cada una de sus acciones. Ya se referiría así el insigne autor argentino Jorge Luis Borges, considerado por muchos como el mejor autor en lengua castellana del siglo XX: «Presentar a Arturo Uslar Pietri es presentar, en realidad, a muchos hombres».4
Pero además de su vasta producción intelectual, ensayística y literaria, fue también conocido como un hombre respetable y recto, perteneciente a una ya casi extinta estirpe de hombres a la que bien puede catalogarse como sabios, genios en un sentido completo. Representa lo que llamaría el polémico filósofo austríaco Otto Weininger un genio: una persona que no sólo es conocida por su lucidez en cuanto temas intelectuales se refiere, sino que también es conocida por tener un fuerte sentido del deber, guiándose por la máxima exhibida en su obra más famosa, Sexo y Carácter:
La lógica y la ética son, pues, en el fondo una y la misma cosa: el deber para sí mismo. Celebran su unión en el valor máximo de verdad que se contrapone por una parte al error y por la otra a la mentira. La verdad misma es sólo una. La ética únicamente es posible siguiendo los preceptos de la lógica, y toda lógica es al propio tiempo una ley ética. No sólo la virtud, sino también el conocimiento, no sólo la santidad sino también la sabiduría, constituyen el deber y la tarea del hombre. Sólo en la unión de ambas se funda la perfección.5
En este sentido, la lógica se asemeja más al concepto kantiano de razón, recordando entonces a la ética deontológica que formuló y defendió el filósofo alemán en su Crítica de la razón práctica, donde postulaba que el actuar bien iba más de las inclinaciones personales de cada uno, y se convertía en una obligación, o mejor dicho, un deber con uno mismo.
Ser un genio, en este sentido, va más allá del talento -cosas diferentes, aunque regularmente emparentadas-, convirtiéndose entonces en una cuestión de actitud; un genio no es alguien que nace, sino que se hace, que se forma a sí mismo a través de la acción. Entonces, aunque el genio no nace ya con la genialidad, posee el potencial para aspirar a ella. Otto Weininger supo definir muy bien lo que caracteriza al genio:
La opinión popular une casi siempre el uno y el otro, como si el primero fuera un grado más alto o el grado máximo del último, como si se pudiera llegar a ser genio potenciando o acumulando diferentes talentos en un individuo, o hubiera forma de establecer grados intermedios entre los dos conceptos. Esa opinión es completamente errónea. Aun cuando hay también muchos grados y diferentes niveles en la genialidad, tales grados no tienen relación alguna con el denominado «talento». Un talento, por ejemplo, el talento matemático, puede ya poseerse en grado superlativo desde el momento del nacimiento, dando a su poseedor la capacidad de resolver con escasa fatiga los más difíciles problemas de esta ciencia, pero no por ello se puede hablar de genialidad, o lo que es lo mismo, de originalidad, individualidad y condiciones especiales para crear. 6
Por eso, y aunque Uslar Pietri ciertamente tuviera un amplio talento para la prosa, para contar historias y transmitir con la palabra, lo que lo distinguió de otros hombres de su generación y lo elevó al panteón de los grandes personajes del país fue sin duda su genialidad, o lo que es lo mismo, su originalidad, individualidad y condición especial para crear.
Y este potencial de llegar a ser un genio, de albergar múltiples personas dentro de sí, se alcanza con una constante autoexigencia, propia de los genios, lo que llamaría por su parte Ortega y Gasset un hombre selecto:
Cuando se habla de “minorías selectas”, la habitual bellaquería suele tergiversar el sentido de esta expresión, fingiendo ignorar que el hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores. Y es indudable que la división más radical que cabe hacer de la humanidad es ésta, en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva.7
A diferencia del hombre masa, que se siente bien en ser “como todo el mundo”, el hombre selecto tiene en su psique la aspiración permanente de ir más allá de sus propias limitaciones, no sólo intelectuales sino morales. Actualmente, después de la rebelión de las masas, esta casi extinta especie, los hombres selectos, se convirtieron en rebeldes contra el sistema que impera, que los insta a quedarse en la mediocridad para poder ser gobernados más fácilmente por los poderosos: «Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera».8 Es inevitable, sin duda, la comparación de este hecho con el Golpe de Estado que tumbó el gobierno de Medina Angarita en el 45, evento que, en cierta forma, evitó que él pudiera cumplir el destino que le fue manifiesto.
Como vemos, es posible asignarle diversidad de adjetivos y usar variedad de autores para describir al erudito Arturo Uslar Pietri y las diversas dimensiones de su fecundo genio; usar palabras como intelectual, educador o político, son superficiales para las características de un hombre de su altura. Al describirlo con palabras tan ambiguas y tergiversadas hoy en día, sólo nos estamos refiriendo a una de las múltiples facetas que demostró en vida el ilustre caraqueño, y por ende, es injusto quedarse sólo con una de ellas, pues en cada una de ellas se demuestran sus cualidades y valores de diferente manera. No obstante, para propósitos de este ensayo, se analizará su de por sí amplia faceta como educador, con especial énfasis en la huella que ha dejado su labor para el desarrollo de esta importante área en el ambiente nacional.
Uslar Pietri antes de ser educador
Para poder apreciar la amplitud de la contribución de Uslar Pietri a la educación del país, hay que considerar tanto el contexto en el que nació como las diferentes circunstancias en las que se balanceó durante su vida. Descendiente de militares partícipes de la Guerra de Independencia, presidentes, figuras de poder, edecanes del Libertador; familiar directo (nieto por parte de madre) de Juan Pietri, quien ocupó distintos cargos ministeriales durante diferentes gobiernos, incluso siendo presidente encargado por Joaquín Crespo; es obvio ver que el pequeño Uslar creció en un ambiente lleno de impronta política.
Tal era su cercanía a la política, y específicamente a las cortes gomecistas –ya que, además, su padre fue funcionario público con Castro y con Gómez–, que ya se codeaba con intelectuales de la talla de César Zumeta y Laureano Vallenilla Lanz, siendo conocidas las conversaciones que tenían estos ilustres personajes destacados de la corriente modernista y positivista con el joven recién graduado de Ciencias Políticas por la Universidad Central, siendo uno de los motivos de conversación la realidad europea, que serían antesala para sus viajes a París, a la que visitaría varias veces durante el transcurso de su vida. Sería mismamente en su primer viaje en la capital parisina donde se haría amigo de dos de sus compañeros de vanguardia: Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier.
Fue justo en este vibrante ambiente cultural de la gran urbe europea de entreguerras donde se encontraría inmerso de una escena artística e intelectual que le marcaría de por vida; observaría de primera mano cómo la cultura y la educación son capaces de moldear el destino de un país, de una nación; allí se desarrollaba la vanguardia, no sólo literaria y artística, sino filosófica, política y hasta pedagógica. Escribiría de este viaje en los apuntes que escribió a su regreso, después de dieciocho años:
Tenía todavía Europa, para los criollos, un prestigio insuperable. Íbamos hacia ella, como en peregrinación, a admirar el esplendoroso árbol lleno de frutos, del que nos sentíamos rama secundaria y desdeñada. Íbamos en respetuosa actitud de discípulos, con cierta vergüenza de que se nos asomara el pelo del salvaje. Allí estaban vivos y en esplendorosa actividad los grandes sistemas políticos, que nosotros mal ensayábamos; los grandes creadores de literatura, de arte y de música, que decían, a voz plena, lo que nosotros apenas osábamos balbucir.9
En la otrora conocida como Ville lumière, Uslar conoció el mundo, porque al igual que él fue un nombre de muchos hombres, París fue una ciudad cosmopolita, hogar de muchas culturas, como él mismo lo menciona: «Una ciudad que llama poderosamente a los que han buscado la vida como espectáculo para ser disfrutado y como cosecha para ser recogida. Y también a no pocos de los que necesitaban encontrarse a sí mismos y realizarse, aunque fuera para huir de ella después como de una abominación. (…) Por eso París es como un mundo completo, propio y ajeno a lo que lo rodea. Se puede ser de París o de alguna de las formas de París, sin ser de ninguna nación.».10 Cabe también destacar que fue en este apasionante espacio intelectual donde publicaría la novela que lo consagraría como escritor y sería una de las obras precursoras del realismo mágico: Las lanzas coloradas (1931), con sólo 25 años de edad.
La primera estadía de Uslar Pietri en París duraría hasta el año 1934, cuando es llamado por el régimen de Gómez a regresar –ya que estaba como agregado cultural en París, junto al secretario de la Delegación de Venezuela ante la incipiente Sociedad de las Naciones–. Sin embargo, este regreso y esta experiencia no eran sino el inicio de lo que estaría por venir para la naciente carrera política y educadora de don Arturo.
Regreso a Venezuela
A su regreso a Venezuela, en 1934, fue nombrado presidente de la Corte de Justicia del estado Aragua, ciudad en la que solía residir, por el gobierno nacional. Sin embargo, en este cargo no duraría sino poco tiempo, renunciando a principios del año 1935, sin ejercer otro cargo político sino hasta meses después de asumir la presidencia el sucesor de Juan Vicente Gómez, el general Eleazar López Contreras. Su cercanía con el poder se ve evidenciada por el hecho de que se encontraba presente al momento de fallecer el caudillo que había presidido el país durante 27 años: «Dada su nueva ocupación y su cercanía a la familia Gómez, Uslar Pietri se encontraba presente al ocurrir el fallecimiento del caudillo en 1935».11
Durante ese lapso de tiempo entre su renuncia del primer cargo público que ejercería durante su vida, y el siguiente gran paso que tomaría, comenzó su actividad como articulista de prensa, vinculándose a varios diarios que solían circular por la capital, como lo fueron El Universal y Ahora, siendo en este último donde acuñaría una de las más frases más célebres de su carrera ensayística e intelectual, y que resumiría muy bien sus pensamientos al respecto del futuro del país:
Aunque, desde mucho antes, frente a la evidencia del cambio profundo de nuestra economía, el doctor Uslar resume en su célebre frase "sembrar el petróleo" lo que debía hacer el Estado, a través de la diversificación económica y el crecimiento de la gente en todos los ámbitos, para reducir la dependencia del hidrocarburo; para garantizar la presencia del país en los mercados internacionales, y para generar un desarrollo sostenido y sustentable.
Y como parte de esa prédica, extraordinariamente sintetizada en esas tres palabras y que apareció en el texto editorial del Diario Ahora del 14 de julio de 1936, se plantea la necesidad de despertar conciencia, no sólo en el Estado, sino también en el venezolano corriente, sobre la necesidad de invertir ese gran activo de la nación que es su riqueza petrolera en la creación de una economía próspera y diversificada.12
Sin embargo, a pesar del éxito y reconocimiento que estuviera disfrutando en ese momento en diferentes facetas de su amplio carácter, el regreso a su país natal le aguardaría finalmente el inicio de su carrera como educador: primero como profesor del Instituto Pedagógico Nacional, en 1936; y después, ni más ni menos que en su antigua alma mater, convirtiéndose el 1937 en profesor y fundador de la cátedra de Economía Política de la Universidad Central de Venezuela (UCV), cargo que ejercería hasta 1941, en conjunto con la responsabilidad de ser el director de Política del Ministerio de Hacienda bajo el gobierno de López Contreras, quien le había invitado a formar parte, trabajando junto al prometedor economista Alberto Adriani (amigo personal de Uslar Pietri, al que, quizás por esa misma filiación, se le suele asociar su famosa frase de Sembrar el petróleo).
Esta fijación por la economía derivó en la creación de la actual Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FACES) de la UCV, en 1938, en la que estaría involucrada. Posteriormente, también sería fundador de la cátedra de Literatura Venezolana en la UCV en 1948, además de ser autor de múltiples textos académicos destinados a ser leídos por los estudiantes universitarios.13 También, remarcablemente, llegó a ser profesor en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, posteriormente a su exilio debido al Golpe de Estado del 18 de octubre.
No obstante, su gran legado en la educación nacional sin duda se deja patente cuando, en 1939, López Contreras lo nombra Ministro de la cartera de Educación Pública, con apenas 33 años. Sería en este tiempo, tan fructífero como quizás efímero –desde su nombramiento hasta el de su sucesor, Alejandro Fuenmayor, pasarían unos 22 meses, tiempo que se extendería a través de dos años–, que Uslar Pietri prepararía la que seguramente sea la más grande obra en la que participaría a nivel nacional: La Ley Orgánica de Educación de 1940, también llamada Ley Uslar Pietri, nombrada así en referencia a su autor. Esta ley marcó un antes y un después en la educación venezolana, pues los resquicios de dicha ley llegan aun a nuestros días, teniendo muy clara su visión detrás de esta ley: la formación general del ciudadano.
En palabras del mismo Uslar Pietri, lo que le motivaba era concebir el problema de la educación venezolana de la manera más objetiva posible:
Recuerdo que a alguien, que una vez me preguntaba sobre mis proyectos educacionales, le respondí más o menos que yo no tenía proyectos míos, que mi interés no estaba en realizar muchas cosas transitorias o descabelladas o buenas con mi nombre, sino en llegar a concebir el problema de la educación venezolana en la forma más objetiva posible, preparar un sistema adecuado y sensato para resolverlo en una acción nacional de veinte, treinta o cincuenta años y limitarme yo a dirigir la realización de la vigésima o quincuagésima parte de ese programa durante el tiempo de mi ministerio.14
Y es que en el centro de sus opiniones sobre la educación nacional siempre estuvieron la calidad de la educación y del impacto de esta en el destino de Venezuela. Por eso, uno de los principales asuntos que abordó a lo largo de su ministerio es la creación de escuelas normales con la intención de incrementar la calidad de la educación a través de educar a maestros y profesores, promoviendo la capacitación de éstos en todos los ámbitos y niveles. Además, también impulsó la especialización de la enseñanza según las características regionales y las exigencias propias de los ambientes rurales, buscando frenar el desarraigo y crear un sentimiento de pertenencia hacia la tierra:
No basta poner la escuela en el campo y abrir la puerta. Lo importante comienza en el momento en que el niño campesino pasa el dintel. Es, en su pobreza, en sus pies descalzos, en su traje raído, en su lenguaje típico, el representante calificado de un complejo cultural, económico y social muy caracterizado. Esa escuela que lo recibe puede desarrollar en él lo que ya está activo por la tradición, por el trabajo, por el medio, ayudándolo a superarse, o simplemente, va a desarraigarlo y a hacerlo irremediablemente incompatible con su circunstancia e irreconciliable con su medio. (…) Allí habría que enseñarle su región, su trabajo, sus virtudes, la noción de la dura realidad venezolana y de su función de niño campesino dentro de ella. (…) Aumentarle la luz natural que traía, y ampliarle el camino tradicional por el que la vida lo estaba enseñando a andar antes de pasar el dintel de la escuela.15
Siguiendo con la ley, La Ley Orgánica de la Educación de 1940, la cual entró finalmente en vigencia en 1941, fue revolucionaria en muchos sentidos: primero, por ser la primera en su tipo en la historia de Venezuela, después del Decreto de Instrucción Pública, Gratuita y Obligatoria promulgada por el general y presidente de la República en ese momento, Antonio Guzmán Blanco en 1870, y el Código de Instrucción Pública, promovido por el Dr. José Gil Fortoul en 1912, quien fuera en ese momento el encargado del Ministerio de Instrucción Pública (en sentido de su generalidad y búsqueda de regularización de la enseñanza en el país). Y segundo, por convertir en uno de sus pilares más fundamentales la educación primaria, considerándola como la clave y la esencia de todo sistema educacional, estableciéndose su estatus de gratuita y obligatoria. Dicha ley parte por definir a la educación desde una perspectiva filosófica, como un proceso integrador del individuo desde el punto de vista de su desarrollo biológico y de su desenvolvimiento mental y moral, atribuyéndole el fin primario de ser el pilar de la nación venezolana:
Artículo lo.— El Estado venezolano considera la educación como un proceso integrador del individuo desde el punto de vista de su desarrollo biológico y de su desenvolvimiento mental y moral. Como fines primordiales el Estado venezolano asigna a la Educación Pública los de levantar progresivamente el nivel espiritual y moral de la Nación venezolana, adiestrar a los ciudadanos para el desarrollo de su capacidad productora, intelectual y técnica y fortalecer los sentimientos de cooperación y solidaridad nacional.16
Esta ley no fue el único trabajo que llevó a cabo como ministro Uslar Pietri, pero sin duda fue el más importante, y pronto el resultado de su trabajo empieza a dar frutos. En el trabajo realizado en el año 2015 por la politóloga y profesora de la FACES de la Universidad de los Andes, Virginia Rondón de Medina, titulado La Política Educativa en el Gobierno de López Contreras y su incidencia en el Cambio Institucional de Venezuela. (1936-1941), la catedrática busca reflexionar sobre los esfuerzos realizados en el área educativa durante el gobierno de Eleazar López Contreras. Los resultados, si se analizan, son concluyentes:
1. Reducción del porcentaje de analfabetos, de 63,7% a 52% aproximadamente.
2. Elevación de la población escolar atendida, de 20 % en 1936 al 50 % en 1940.
3. Duplicación de la matrícula promedio quinquenal comparada con el período anterior, de 550.000 inscritos entre 1929-1935 a 1.160.000 entre 1936-1940.
4. Aumento significativo tanto de Escuelas Primarias Federales como de maestros de esas Escuelas, de 1.430 y 1915 en 1935 a 2.431 y 3.772 en 1941, respectivamente.
5. Ampliación del número total de las Escuelas Primarias existentes, de 2.161. en 1935 a 5.647 en 1941.
6. Elevación del número de liceos, de 3 a principios de 1936 a 11 en 1940.
7. Creación de los primeros 3 jardines de infancia.
8. Reformulación de la filosofía y práctica de la escuela rural que permitió influir en el medio rural.
9. Elevación del número de organismos encargados de la formación de docentes, de 2 escuelas públicas que funcionaban en 1935 a 4 públicas y de 1 escuela privada a 14 privadas y del número de individuos inscritos para cursar la carrera docente, de 141 estudiantes en el año escolar 1935-1936 a 1.138 en el año escolar 1940-1941.
10. Creación de instituto especial para la formación del maestro rural.
11. Instalación del Instituto Pedagógico para formar el profesorado de secundaria.
12. Duplicación de la población universitaria.
13. Incorporación de los estudios de Economía a la oferta de Universidad de Central de Venezuela.
14. Construcción de un buen número de edificios públicos para el área educativa, que incluyó las instalaciones de: las escuelas experimentales, la futura Universidad del Zulia, el Instituto Pedagógico, el Ateneo del Táchira, el estadio y campo de deportes Nacional y 96 escuelas rurales.
15. Implementación de la técnica educativa moderna en las acciones educativas tomadas con apoyo de personal extranjero con experticia en la organización escolar y con personal venezolano que fue capacitado en el exterior.17
Es claro que todo el mérito del trabajo de alfabetización y modernización de la educación no se lo puede llevar Uslar Pietri, pues sólo fueron escasos 22 meses en los cuales estuvo a cargo de la cartera de educación, y antes que él estuvieron a cargo del ministerio otros insignes personajes con preocupaciones similares sobre la educación nacional como Caracciolo Parra Pérez, Rómulo Gallegos, Alberto Smith y Enrique Tejera González. Sin embargo, a palabras de él, sus pretensiones con la Ley en específico - y, por extensión, con su jefatura en el ministerio en general -, no eran sino establecer las bases de lo que sería de la educación nacional para los años venideros: «La ley que yo presenté en 1940 pretendía no sólo, no romper con lo que venía existiendo, sino establecer las bases más amplias y seguras para que empezara una época de estabilidad educacional. Se establecían normas fijas y básicas pero lo suficientemente elásticas para durar».18
Su principal misión era crear un sistema en el que se enseñe y se aprenda, y que los educandos salgan, no con la cabeza tan atiborrada de lo que él llamó «nomenclaturas huecas», sino con las nociones fundamentales que le han de permitir vivir mejor. No buscaba tener una ley propia, ni buscaba tener particular reconocimiento; a los hombres de su altura no les interesa nada de eso, sino que buscan algo más bello y trascendental: el mejoramiento del medio nacional a través de sus acciones. Esto es algo que posteriormente le criticaría a Luis Beltrán Prieto Figueroa – el que fuera Ministro de Educación Nacional durante el trienio adeco–, quien a sus ojos convirtió, con su primer proyecto de Ley de Educación de 1948, al Ministro en el controlador absoluto de la dirección de la educación nacional:
Esta ley convierte al Ministro en el zar de la educación, el autócrata absoluto que a su guisa y voluntad hace y deshace cuánto le venga en gana (…) Tanto valdría que la ley no tuviese sino un solo artículo redactado así: Cada Ministro de Educación tiene el derecho de hacer lo que le dé la gana. O acaso mejor: El sistema educativo de Venezuela será lo que cada Ministro de Educación quiera que sea. Esta ley monstruosa y anti-venezolana es la hija del sectarismo, de la demagogia y de la falsa ciencia. En lugar de principios, elige caprichos, en lugar de estabilidad, el perpetuo deshacer, una ley de orgullos y de negaciones.19
Además, sin mencionar sin duda la gran huella que todavía persiste hasta hoy: él fue el que ideó el sistema básico de educación como lo conocemos hoy que, aunque ha sido alterada y desfigurada hasta el hartazgo, quedan todavía algunos retazos en la educación actual venezolana que hablan de la intención original con la que nació. En dicha ley, según lo establecido en su artículo 12, la educación venezolana se divide en las siguientes etapas: la educación pre-escolar, la educación primaria –separada en dos ciclos, de 1er grado a 4to grado, y de 5to a 6to grado–, la educación secundaria o media –separada también en dos ciclos, de 1er a 4to año, general; y dos años más de la llamada educación diversificada– y la superior o universitaria. En los posteriores capítulos y artículos, la ley procede a explicar cada una de las finalidades de cada etapa de la educación, además de directrices a seguir, como las edades comprendidas entre cada etapa o los planes de materia destinadas a cada uno de los niveles educativos.
Esta idea de una especialización fue, de cierta manera, revolucionaria. Uslar Pietri creía que una educación lineal evitaba que los estudiantes desarrollasen su máximo potencial, además de encasillarlos, impidiendo salidas a profesiones prácticas. Por este mismo motivo, también incluyó en las diferentes ramas de la educación, la educación normal, destinada a formar el Magisterio de los diversos establecimientos de educación primaria, y que se dividía en urbana y rural;20 la educación especial y técnica, que tenía por objetivo la especialización de los obreros y la formación de técnicos para la dirección de talleres, fábricas y otros trabajos industriales;21 y la educación artística, la cual tenía como finalidad el desarrollo y cultivo de la sensibilidad de los alumnos, así como su adiestramiento en algunas de las técnicas de expresión artística, como dibujo o música, y su cultura estética en general.22
Este sistema, con algunos cambios, se mantiene hasta hoy, siendo los cimientos de la educación venezolana. Todos estos cambios los introdujo porque Uslar Pietri creía que el esfuerzo educativo se debía enfocar en formar espíritus libres, con mentes abiertas a la duda y en permanente búsqueda del conocimiento, estimulando el ejercicio del criterio que permita el cuestionamiento de cualquier formación dogmática.
La educación para el futuro del país
Es bien sabido que, además de su labor frente a la cartera de educación, este tema fue uno de los más recurrentes en su extensa bibliografía. No sólo hizo ensayos y novelas, sino que además desarrolló uno de los programas más famosos de la televisión venezolana: Valores humanos. Este programa, innovador y didáctico, fue pionero en la educación de las masas, transmitido desde el 1953, cuando llegó de su exilio producto del Golpe de Estado al gobierno de Medina Angarita, hasta 1987. Este programa era una cita semanal que convocaba un público plural en cuanto edad e intereses, comenzando siempre con una célebre expresión que se quedaría para siempre en el inconsciente colectivo venezolano: «amigos invisibles». Esta expresión, que denotaba una cercanía y un tratamiento entre iguales, se sumaría a la intención del programa: apostar por la cultura, por la música, por la literatura y el arte; temas indispensables para el florecimiento del potencial humano. Cada semana, el público se reunía para escuchar una clase magistral por parte de Uslar Pietri, y en el que el impecable desarrollo de cada uno de los argumentos iba acompañado por apoyos visuales tales como fotos, mapas, diagramas, que demostraban el cariño y el empeño puesto en cada uno de los episodios del programa.
Volviendo al tema de su producción escrita, cabe destacar que el insigne autor no quiso ver a la educación desde una única perspectiva; por el contrario, se enfocó en abordarla desde diferentes ámbitos, dejando en cada reflexión suya al respecto de la educación todo lo que pensaba al respecto del género humano en su conjunto. La educación, para él, era el origen de toda civilización, de toda democracia, inspirado en el trabajo de Simón Rodríguez, al cual consideraba un hombre genial e iluminado que se adelantó a su tiempo y se anticipó extraordinariamente lo que hoy nos parecen grandes novedades y brillantes concepciones.
Tal era su admiración, que le dedicó varias ediciones de su columna Pizarrón en el periódico El Nacional, en las cuales va destejiendo poco a poco aspectos de su vida y obra, entre las cuales se cuentan: Simón Rodríguez, el desconocido (1 de julio de 1950); La imagen de Simón Rodríguez (13 de febrero de 1954); y Enseñar a vivir (13 de enero de 1980), dedicándole además un libro entero, La isla de Róbinson (1981). Con todo este trabajo, él buscaba reivindicar un personaje a sus ojos olvidado, buscando apartar toda las críticas y las leyendas negras infundadas alrededor de su persona, y que ocultaron –y siguen ocultando– por siglos su verdadera y enorme dimensión humanística.
Todo este enfoque en la educación como uno de los motivos más recurrentes en su bibliografía –que no es poca–, se debe a su consideración como uno de los pilares de toda sociedad. Fue la idea básica de él, la razón filosófica para buscar siempre reflexionar acerca de la problemática educativa en Venezuela, fue vincular la educación como esencial para la vida, es decir, con la realidad económica, histórica y social del país. Él creía, fiel seguidor de las ideas robinsonianas, que no hay República sin ciudadanos, no hay verdadera democracia si no hay personas preparadas para ello.
La democracia, como la educación, no es un ente abstracto, y eso lo entendió muy bien Uslar Pietri, quien dijo que no se puede enseñar la democracia sin enseñar a vivirla, sin cultivar las condiciones individuales que hacen posible la existencia efectiva de una sociedad democrática. Y eso no se enseña en una asignatura, sino en todas, a todas horas y en todas ocasiones. Porque la democracia, como la educación, no son un conjunto de reglas abstractas debatibles, sino una manera de vivir, de ver la vida:
Siempre he mirado con desconfianza esa asignatura que en nuestras escuelas se denomina Instrucción Moral y Cívica. Nunca he creído que ésa sea una asignatura concreta y delimitada como la Aritmética o la Geografía. Ni que un maestro pueda estar encargado de enseñarla. (…) Para esa eficaz enseñanza de la democracia es más importante aprender a buscar la verdad y respetarla que la teoría de la división de poderes. Importa más sentir respeto por el ser y por las ideas del prójimo que todas las definiciones abstractas de la libertad política. (…) Porque más está la democracia en quien llega sinceramente a sentir que su libertad no está por encima de la de nadie, que en quien se sabe al dedillo todas las cláusulas de las más perfectas constituciones.23
Por eso la fijación durante toda su vida con la educación de Arturo Uslar Pietri. Para él, no hay nada más importante para una sociedad que la educación. Pero la educación bien entendida, una educación donde el estudiante y el país están en el centro de todo, una educación humanística, como siempre demostraron sus valores a lo largo de su vida, porque él, primero que todos, buscó enseñar siempre desde el ejemplo.
Ese sería la más importante misión de la escuela venezolana. Dar al fin los hombres que una vida democrática requiere. No leguleyos, no oradores, no postulantes, sino la materia prima del buen ciudadano. (...) Si la escuela no es capaz de despertar ese sentido y esa convicción no estará trabajando por nuestra democracia. O estará trabajando tan poco y tan mal como lo ha hecho en el pasado. Y lo que ella no sepa dar es muy posible que haya de faltar para siempre en el espíritu de los jóvenes venezolanos.24
Simón Rodríguez, Luces y virtudes sociales en Simón Rodríguez, Obras Completas. (Caracas: Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, 2016), p. 351.
Arturo Uslar Pietri, La prédica del país ideal en Veinticinco ensayos. (Caracas: Monte Ávila Editores, 1969), p. 150.
Arturo Uslar Pietri, La prédica del país ideal, p. 147.
Víctor Bravo, “Prólogo” en Arturo Uslar Pietri, Cuarenta cuentos. (Caracas: Monte Ávila Editores, 1990), p. 4.
Otto Weininger, Sexo y carácter. (Buenos Aires: Editorial Losada, 1942), p. 160.
Otto Weininger, Sexo y carácter, p. 110.
José Ortega y Gasset, Rebelión de las masas. (Ciudad de México: La guillotina, 2010), p. 17.
José Ortega y Gasset, Rebelión de las masas, p. 22.
Arturo Uslar Pietri, La ciudad de nadie. (Buenos Aires: Editorial Losada, 1960), p. 71.
Arturo Uslar Pietri, La ciudad de nadie, p. 115-123.
Carlos Calatrava, “Arturo Uslar Pietri” en 200 educadores venezolanos. (Caracas: Fundación Polar, 2016), p. 313.
Isbelia Sequera Tamayo, “Presentación” en Arturo Uslar Pietri, Sumario de economía venezolana: para alivio de estudiantes. (Caracas: Banco Central de Venezuela, 2006), p. 18.
Entre algunos de estos textos se encuentran Breve historia de la novela hispanoamericana y Sumario de la Civilización Occidental, que vieron la luz por primera vez en 1954 y 1958, respectivamente, ambos libros destinados a la cátedra de Literatura Venezolana. A estos dos se le suma el ya citado Sumario de economía venezolana: para alivio de estudiantes, publicado por primera vez en 1945.
Arturo Uslar Pietri, De una a otra Venezuela. (Caracas: Monte Ávila Editores, 1972), p. 115.
Arturo Uslar Pietri, De una a otra Venezuela, p, 144-145.
Ley de educación decretada por el Congreso Nacional en sus sesiones ordinarias del año 1940. Caracas, 1940, p. 3.
Virginia Rondón de Medina, “La política educativa en el gobierno de López Contreras y su incidencia en el cambio institucional de Venezuela (1936-1941)” en Fermentum. Revista Venezolana de Sociología y Antropología, vol. 25, núm. 74, septiembre-diciembre, 2015, p. 164.
Arturo Uslar Pietri, De una a otra Venezuela, p, 126.
Arturo Uslar Pietri, De una a otra Venezuela, p, 128-129.
Ley de educación decretada por el Congreso Nacional en sus sesiones ordinarias del año 1940, p. 8.
Ley de educación decretada por el Congreso Nacional en sus sesiones ordinarias del año 1940, p. 11.
Ley de educación decretada por el Congreso Nacional en sus sesiones ordinarias del año 1940, p. 15.
Arturo Uslar Pietri, De una a otra Venezuela, p, 131-133.
Arturo Uslar Pietri, De una a otra Venezuela, p, 134.
Gran pieza del compañero Ortega. ¡Siga imprimiendo ideas en este espacio, son valiosas!
Increíble, como la mayoría de los artículos escritos en Idearium Caribe. Desconocía que Pietri fue el responsable de haber formulado la estructural actual del sistema educativo venezolano.