
En la filosofía platónica, una de las más antiguas e influyentes de Occidente, la educación fue definida como aquella formación que “prepara al hombre desde su más tierna infancia para la virtud, la que lo hace deseoso y amante de convertirse en un buen ciudadano, que sabe gobernar y ser gobernado con justicia”1. Siglos después de Platón seguimos considerando, en gran parte, a la educación como una herramienta para el mejoramiento del hombre y su adaptación a las diversas facetas de la vida en sociedad. Así lo han visto cantidad de pedagogos venezolanos que han hecho observaciones sobre la educación y su relación con la sociedad nacional en un sentido integral. Uno de estos maestros fue el científico social y filósofo Guillermo Morón (1926-2021), que prefirió siempre ser llamado "maestro de escuela".
En el presente trabajo, valiéndonos de materiales audiovisuales y textuales, nos encargaremos de exponer la visión de don Guillermo Morón sobre educación y su ulterior relación con la política, con el Estado, con la moral, con la sociedad, con las cosas de los hombres. Hacer lo dicho nos servirá para apreciar el humanismo en el pensar de Guillermo Morón, encontrar sus antecedentes en otros pensadores humanistas y hacer un símil entre un Platón y un Morón: sujetos separados en el tiempo por no pocos siglos que, a pesar de todo, comparten muchos núcleos fundamentales en sus formas de pensar el mundo, el mundo del hombre.
Don Guillermo Morón, el maestro de escuela
Guillermo Morón nació en el pueblo de Cuicas del Estado Trujillo en el año 1926, en medio de la dilatada época de Juan Vicente Gómez. Se aficionó a las letras desde la temprana adolescencia y ya en la adultez cursó estudios de docencia en Historia, Geografía y Ciencias Sociales para secundaria en el Pedagógico de Caracas, una renombrada institución nacional. Así, sus primeros ejercicios profesionales fueron como profesor de Historia en el Liceo Lisandro Alvarado de Barquisimeto2. En la década de 1950 los temores de su madre sobre la situación política venezolana lo trasladan al Viejo Mundo. De sus varios postgrados allí obtenidos, el doctorado en Historia de la Universidad Complutense de Madrid es el que definiría con mayor empuje el resto de su vida profesional.
Morón volverá a Venezuela en 1958, ya como un historiador y científico social formado, dedicando parte de su tiempo a la producción de obras como su Historia de Venezuela (1971), para algunos “la mejor y la más completa hasta la fecha”3 y para otros “un ejemplo de cómo no se debe escribir historia, y mucho menos, Historia de Venezuela”4. Lo evidente de este caso es que el trabajo no pasó desapercibido. Sobre las varias controversias en que se vería envuelto Morón ya se ha escrito algo5. Más allá de su obra historiográfica, la labor editorial y directiva que llevó a cabo con la Academia Nacional de la Historia son generalmente consideradas como de gran valor para la Historia en el país. El amplio trabajo de Morón en estas distintas áreas lo llevó a ser conocido por muchos, aún a día de hoy, como el "historiador venezolano del siglo XX".
A pesar de sus múltiples actividades y pasiones, desprendidas todas de una curiosidad genuina e insaciable sobre las cosas humanas (sus intereses iban desde la ciencia social, la política, la literatura, la promoción cultural y hasta el empresariado)6, Morón no abandonará lo que el consideraba su vocación primaria: la docencia, encargándose de cátedras en importantes universidades nacionales. Morón se definirá el resto de su vida como maestro de escuela: “Yo soy fundamentalmente un maestro de escuela y un escritor, combinación muy antigua en la tradición española de la cual venimos”7. Esta precisión se observa una, y otra, y otra vez en entrevistas y reportajes a lo largo de décadas. La insistencia de Morón sobre su posición como maestro, que ahora revisaremos, puede resumirse en una breve cita: "la educación es fundamental: el día en que todo el mundo sepa leer y escribir correctamente, el país funciona"8.
Don Guillermo Morón, el humanista
La cosmovisión de Morón ha sido llamada "humanismo de corte clásico"9. Sin pretender meternos en las ligeras pero múltiples diferencias entre los varios tipos de humanismo, aquí diremos que, en el fondo común entre los distintos términos y usos, un humanista es, en síntesis, aquel que tiene al hombre, su pensamiento y su actividad como centro de atención primordial, teniendo presentes a las distintas disciplinas científicas y artísticas como eje de su desarrollo y mejoramiento integral.
El humanismo, nacido a finales del siglo XV como un siamés filosófico al "Renacimiento" artístico, se nutrió grandemente de nociones ya expuestas en la Antigüedad Clásica para cuestiones de política, antropología, psicología, historia, educación y, en general, las cosas de los hombres. Es por ello que algunos estudiosos han visto en las filosofías antiguas algunas semillas de humanismo que podemos notar al observarlas de forma retrospectiva10, aunque no podamos llamar a estos pensamientos propiamente humanistas (pues anteceden al humanismo, lógicamente).
Lo cierto es que la cosmovisión humanista del milenio pasado pone a la educación en un lugar privilegiado. Por ejemplo, según Venegas Renauld, Erasmo de Roterdam, uno de los grandes humanistas, "expresa un ideario en el que antropológicamente el ser humano es el centro"11 y "planteó que la educación y la crianza, son los recursos que hacen de todo individuo, la condición para que no degenere su natural condición"12, siendo, además, una de sus insistencias "la de que las personas hablaran y escribieran bien"13. Téngase presente esta postrera cuestión a la hora de ver a Morón. Ya veremos cómo, en el humanismo, la educación pone al hombre a funcionar, haciendo que las demás cosas de los hombres funcionen.
Antes de mostrar el ideario de Morón, señalaremos que sus antecedentes en el país los encontramos en figuras tan renombradas en diversas áreas de las cosas humanas como Luis Beltrán Prieto Figueroa (1902-1993), que Morón llama "el autor de toda la doctrina pedagógica que está vigente todavía hoy en Venezuela"14: doctrina que Morón considera muy beneficiosa, como se evidencia en múltiples comentarios en que menciona la buena calidad general de la educación venezolana, viéndose esta lastrada, más bien, por el descuido y la mala administración del Estado. El llamado humanismo democrático de Prieto Figueroa concebía esto:
Al factor educación como elemento potencial del hombre y de la sociedad ubicados en un medio concreto y en un determinado tiempo histórico. La formación de la niñez y juventud en el espíritu del Humanismo Democrático exige que se inculque en estos los sentimientos de amor a la libertad, de responsabilidad, de solidaridad y de respeto a la ley, que son valores fundamentales para el ejercicio de la vida democrática.15
Y esto último lo usaremos como hilo para volver a Guillermo Morón. En su pensamiento, que como ya han dicho otros estaba de alguna forma entre el establishment y la irreverencia, la base para una sociedad venezolana firme es la democracia, sí. Pero él a la democracia no la define necesariamente como un «poder» (es decir, como un sistema político-estatal), sino como «la convivencia del pueblo»:
Porque es que la democracia no solamente es ese período de 1958 a 1998, no: la democracia es la convivencia que siempre ha habido. En el siglo XVI había una democracia, una convivencia, en los pueblos, en las ciudades, y la hubo siempre al largo de los siglos.16
Para que esta convivencia democrática, que parece ser una especie de disposición de la generalidad de los ciudadanos a aportar a la comunidad, se vea fortalecida y convierta a Venezuela en un «país de porvenir», Morón pone un requisito fundamental: «acabar con el semi-analfabetismo y con la pobreza"17, porque «...los seres humanos somos violentos por naturaleza y nos pacifica es la educación [...] si no se tiene buena educación, si no se come bien, si no se tiene trabajo, pues el pueblo se convierte en violento"18. Véase el parecido con Erasmo y la consideración sobre la «degeneración de la natural condición».
El otro valor fundamental, necesario para la convivencia democrática, es la moral. Esta cuestión de la moral, o sea, de la virtud, o sea, del conocimiento del bien por parte de la ciudadanía, la veremos más a profundidad al llegar a Platón. El punto es que, según Morón, «para que la moral se organice, es necesario que todos los niños y las niñas vayan a la escuela”19. Morón pone, en consecuencia, especial énfasis en la educación de los niños, en el nivel básico de la educación: «el centro del progreso de una sociedad es la universidad, pero esa universidad debe estar, por supuesto, sostenida ¿dónde?, en la educación previa: en la educación básica»20 y «hay que comenzar por enseñar a leer y escribir correctamente en la escuela, hay que tener primero una educación básica”21. Véase nuevamente a Erasmo: el hombre puede conocer el mundo mediante el lenguaje, ergo, debe saber utilizar esa preciosa herramienta, el lenguaje, de forma «correcta».
Constituye así, en Morón, la educación la base de una democracia (convivencia del pueblo) firme y recta, y -por tanto- del bienestar de la sociedad venezolana en un sentido integral. En esta concepción humanista, la educación es el fertilizante que, añadido a la cultura, permite el florecimiento del hombre para la vida en sociedad: «a la cultura hay que añadirle la educación, y la educación es lo que se aprende en las escuelas”22. Como tal, como principio que alimenta y fin que es alimentado, la educación es la nodriza predilecta para la optimización de la vida política de la nación: «los responsables de que haya un buen gobierno somos los ciudadanos [...] eso depende de la educación y de más nada [...] cuando el pueblo está bien educado, elige bien a sus gobernantes”23. De hecho, al preguntársele cuál fue para él el «momento más importante del siglo XX venezolano», respondería que «cuando se hizo obligatoria la educación”24. Esto es de un fuerte contenido humanista y -ya veremos- platónico. Es consecuente con su pensamiento, pues, que Morón vea valor en el concepto del Estado docente25, y lo transpone a su experiencia personal, alegando ser, integralmente, «un producto de la educación pública"26.
Podemos, entonces, tras esta breve pero redonda revisión, sintetizar el pensamiento pedagógico de Morón en algunos grandes puntos: I - El ser humano nace violento, no completamente apto para la vida en sociedad. La educación lo civiliza y le da un sentido de moralidad con el fin de que pueda convivir y servir a la sociedad en su conjunto. II - La educación básica, la de los niños, en su papel de cimientos sobre los que se construyen los demás niveles educativos, debe jugar un rol de la primera importancia. III - Una población educada tendrá, como consecuencia natural, una vida política ordenada, próspera y moral, dándoles la capacidad de elegir bien a sus gobernantes. IV - El Estado debe asegurar una educación pública y de calidad, accesible a todos: o sea, debe ser docente, y el pueblo debe atenerse a la obligatoriedad de la educación: o sea, todos los niños deben ir a la escuela. De todos estos puntos, a consecuencia de sus implicaciones, se desprende uno último: la convivencia democrática firme, base para una sociedad venezolana próspera, puede persistir en forma solamente gracias a la educación. Este sería, en Morón, el fin último de la educación: que el pueblo venezolano viva en armonía y paz. Que conviva democráticamente. Nuevamente, la educación sería la organizadora de todas las cosas de los hombres.
De Platón a Morón
Lo que pensaba Morón ya lo pensó, más o menos, Platón hace unos veinticinco siglos. De hecho, los diálogos del gran filósofo ateniense fueron algunos de los alicientes de mayor tamaño para el Renacimiento y el surgimiento del humanismo en la Italia de fines de la Edad Media (esto por el aumento de su circulación por Europa Occidental tras la definitiva caída del Imperio Romano). Como es de esperarse, Platón -en diálogos como Protágoras, República, Leyes...- también habla de la educación, y la trata en íntima simbiosis con la filosofía del Estado, la política, la sociedad, la moral y todas esas cosas de los hombres27. Sin ir más lejos, no faltará quien diga que Platón fue propiamente el primer filósofo de la educación: en el contexto del surgimiento, en la Grecia del siglo V a. C., de una clase de hombres, llamados sofistas, dedicados puramente a la enseñanza de la filosofía natural y la retórica, marcando así una ruptura con la anterior práctica educativa (la del educador como iniciador en un oficio), Platón iría un paso más allá para establecer racionalmente las bases, circunstancias y funciones de los procesos educativos28. Platón le da a la educación una teoría. Con respecto a esto, se ha dicho que «la educación es uno de los aspectos que tienen mayor connotación humanista en la filosofía de Platón"29 -volvemos a aquellas mencionadas semillas de humanismo-, planteando que, según esta, «la meta de toda comunidad humana es lograr el máximo desarrollo del alma del individuo"30 mediante la educación. Lo que de resto debemos saber lo veremos comparando aquellos puntos que pudimos extraer de Morón con lo dicho en Platón, de alguna forma u otra su milenario antecesor.
I - La educación civiliza y enseña moralidad para la vida social
En Platón la virtud, el conocimiento del bien, es una ciencia que puede ser aprehendida racionalmente mediante un tipo de reflexión filosófica conocida como dialéctica. Es decir, no se puede enseñar a conocer el bien, pero pueden enseñarse los cimientos necesarios sobre los que el filósofo dialéctico echará el edificio de la virtud. Como el verdadero conocimiento del bien está, así, reservado para unos pocos, el resto de los ciudadanos se acercará al conocimiento y la práctica del bien mediante la educación y las leyes del Estado, que deben estar creadas por gobernantes-filósofos para ajustarse a la virtud. En ese sentido, la educación preparará a algunos hombres para que sean filósofos y puedan conocer propiamente al bien: a su vez, estos filósofos se encargarán de transmitir, también mediante la educación, al resto de ciudadanos el conocimiento del bien mediante lo adquirido en la formación y con la práctica de las leyes del Estado. De esta forma, es mediante la educación que el ciudadano no filósofo puede saber lo que es moral y correcto: y así el Estado se encargará de mantener la virtud e inculcarla entre los ciudadanos31. De otra forma, «si una disciplina obtenida del exterior no viene desde la infancia a ordenar ese caos (...) jamás la razón llegará a dominar"32 y el hombre se verá sujeto a vicios, a la maldad. Piénsese nuevamente en Erasmo y en Morón.
II - Se debe procurar la educación de los niños
Platón plantea en sus diálogos -en este caso en la República- toda una serie de procedimientos concretos que debe seguirse en la educación de los ciudadanos en la forma del Estado por él planteada. Podemos sintetizarlo de esta forma: la educación formal de los ciudadanos debe empezar a los seis años y estar dividida en principio en gimnasia (disciplinas físicas) y música, pues cada una de ellas se encargará de embellecer el cuerpo y el alma del niño. Al ir creciendo el niño, se incluirán en el pensum materias como literatura, la lectoescritura (recordemos el hablar y escribir bien), la lira, la astronomía y lo propiamente relacionado al civismo y la vida en el Estado, abriendo paso al posterior aprendizaje de la moral y de las leyes diseñadas conforme a la virtud. Es, así, la educación de los niños absolutamente necesaria como parte de una progresión que sienta las bases para la aprehensión y ejercicio de la virtud, tanto por el aprendizaje de la moral como de la ley33. Se observa la similitud con Morón.
III - La educación permite a la población elegir un buen gobierno
En el libro VI de las Leyes, Platón escribe lo siguiente en referencia a un sistema político con elección de magistraturas, como al que -evidentemente- Morón hacía referencia en su pensamiento: "Los que van a elegir deben estar criados en los caracteres que proponen las leyes y haber recibido una buena educación para llegar a ser capaces de elegir y rechazar a los que son dignos de ello"34. Así como los gobernantes-filósofos se encargarían de transmitir la virtud mediante las leyes, los ciudadanos educados en ellas perpetuaran el ejercicio de la virtud en el gobierno al elegir a los funcionarios más capacitados para su perpetuación.
IV - La educación debe ser proporcionada a todos por el Estado
Platón, que como se ha visto piensa a la educación como una herramienta para poner a funcionar la sociedad y el Estado, propone, consecuentemente, que el Estado sea quien se encargue de educar al pueblo35. Pero para que este sistema sea efectivo pondría como requerimiento lo siguiente:
No ha de acudir aquel a cuyo padre se le antoje mientras que abandona la educación aquel al que su padre no quiere mandarlo, sino que, por el contrario, lo que se acostumbra a decir, todo hijo de vecino, en lo posible, debe recibir obligatoriamente formación36.
No sabemos si Morón pensaba que los niños debían pertenecerles al Estado, como sí lo hacía don Platón de Atenas: lo cierto es que la idea central es la misma, separada por veinticinco siglos. Eso podemos decir de todos los puntos: las ideas centrales son las mismas, separadas por milenios, con un hilo conductor de humanismo en el medio. El conector es el interés y el intento por determinar las cosas de los hombres.
Conclusión
Tras la exposición de estos idearios, de este ideario, que es uno separado en el tiempo, en lugares, en personas, nos queda preguntarnos: ¿es, verdaderamente, la educación el único medio para poner a funcionar al hombre, o es acaso esta una sesgada perspectiva de estos llamados humanistas que, en su pretensión de superioridad intelectual, no pueden concebir una sociedad donde no se glorifiquen sus disciplinas humanísticas, sus conceptos de moral y de convivencia ciudadana? Podría argüirse esto. Nos parece, sin embargo, que más allá de los argumentos filosóficos del bando que cree en el poder de la educación para mejorar el mundo del hombre, existen además pruebas concretas y empíricas sobre ello: véase el estado de las naciones cuya educación, maltrecha por el Estado, juega una parte casi insignificante del crecimiento de los individuos. Y, a favor del argumento de simbiosis entre educación, sociedad y Estado, véase cómo, a medida que la sociedad se degenera, lo hace también la educación y lo hace también el Estado, y estos tres términos de la ecuación son intercambiables.
Quitando la reflexión, ya personal (y dentro de la que cabe, sin embargo, pensar en alguna posible solución), creemos que lo que se puede obtener de este trabajo es, principalmente, la convicción de que don Guillermo Morón fue un personaje polifacético, con afiladas y arraigadas nociones con respecto a los múltiples aspectos convergentes en el seno de nuestra nación, cuyo aporte y profundidad no puede relegarse simplemente a la historiografía, o a la literatura, o a cualquier otra cosa. Morón también fue, y él siempre lo puso antes que todo, un educador, un maestro de escuela, y en eso uno humanista, seguidor de unas ideas que en su fondo se rastrean a una de las filosofías más antiguas de la humanidad. Saquemos, tanto de Platón como de Morón, el interés por las cosas de los hombres, quizá así podamos aclarar tantos asuntos necesarios para mejorarnos a nosotros mismos, y así mejorar, en fin, el mundo.
Bibliografía
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Véase la serie de artículos llamada «Guillermo Morón: una historia en cuatro actos,» de Tomás Straka para Prodavinci, 2022.
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Ibíd., p. 29.
Prensa ULA, «Guillermo Morón,» Youtube, 2009, min. 8:24.
Rafael Fernández Heres, «Breve Biografía Intelectual de Luis Beltrán Prieto Figueroa,» Boletín de la Academia Nacional de la Historia 338, Vol. 85 (2002), p. 13.
VALE TV Canal 5, «DOCUMENTAL VALE TV: GUILLERMO MORÓN, MAESTRO DE ESCUELA,» Youtube, 2020, min. 0:10.
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VALE TV Canal 5, «Conversando con Mosquera 2,» Youtube, 2021, min. 17:50.
VALE TV Canal 5, «Conversando con Mosquera 132», min. 2:16.
Prensa ULA, ob.cit., min. 6:52.
Sofía Imber, «Sofía Imber entrevista a Guillermo Morón,», Youtube, 2015, min. 43:14.
VALE TV Canal 5, «Conversando con Mosquera 132», min. 7:10.
Ibíd., min. 11:00.
Ibíd., min. 13:57.
«El Estado [...] ha de atender perfectamente a los niños, al maestro y a la escuela [...] debe volcar su presupuesto para sostenimiento de la educación; de la educación del pueblo» (dice Brito Figueroa y refiere Rafael Férnandez Heres, ob.cit., p. 11).
Prensa ULA, ob.cit., min. 9:41.
Rafael Ballén Molina, ob.cit.
Joseph Moreau, «I. Platón y la Educación (427?-346? a. C.)» En Los Grandes Pedagogos, ed. por Jean Château (México: Fondo de Cultura Económica. 2014).
Freddy Varona-Domínguez, ob.cit., p. 137.
Ibíd.
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Ibíd., p. 27.
Rafael Ballén Molina, ob.cit., p. 37.
Ibíd., p. 44.
Ibíd., pp. 36-37.
Ibíd., p. 45.
Una pieza encantadora. Hay que extender el conocimiento de nuestros más grandes historiadores. ¡Felicitaciones!
Gran trabajo.